Antonio Espinoza
Quiso el destino que los tres cr�ticos de arte m�s influyentes y poderosos de su tiempo abandonaran el mundo de los vivos con diferencia de un a�o. Raquel Tibol falleci� el 22 de febrero de 2015; Jorge Alberto Manrique, el 2 de noviembre de 2016; y Teresa del Conde, el 16 de febrero de 2017. Durante los a�os ochenta y noventa del siglo pasado, imper� en el medio art�stico una suerte de tr�ada cr�tica integrada por Del Conde, Manrique y Tibol, quienes eran entonces los cr�ticos con m�s poder en M�xico, los que llevaban la voz cantante. Del Conde fue mi maestra y de su mano me form� profesionalmente. A Tibol la entrevist� un par de ocasiones: la primera en el a�o 2003, con motivo de sus ochenta a�os de vida, y la segunda en 2013, con motivo de sus noventa. La primera entrevista se public� en el diario El Independiente y la segunda en El Universal. A Manrique lo trat� muy poco, aunque siempre lo le�a y lo sigo leyendo a la fecha. Fui su alumno ya un poco tarde, en el primer a�o de mi maestr�a en historia del arte, en el posgrado de la Facultad de Filosof�a y Letras (UNAM). Confieso que la experiencia fue m�s bien decepcionante, pues el maestro ya ten�a problemas de salud y estaba muy disminuido f�sicamente, por lo que aportaba muy poco a la clase.
A cinco a�os de su partida, quiero revisar la obra cr�tica de Jorge Alberto Manrique, desde una �ptica m�s bien personal y sin pretender abarcarla en su diversidad y riqueza. Si no mal recuerdo, lo primero que le� de �l fueron los ensayos que public� en la Historia general de M�xico, obra coordinada por Daniel Cos�o Villegas y publicada en 1976 por El Colegio de M�xico. �Del barroco a la Ilustraci�n� y �El proceso de las artes, 1910-1970�, son los ensayos de Manrique, el primero en el tomo 1 (pp. 645-734) y el segundo en el tomo 2 (pp. 1357-1373). De un lado, un texto que hurga en el mundo virreinal para explicar el paso entre siglos de las expresiones art�sticas barrocas a las neocl�sicas propias de la Ilustraci�n; del otro, un texto que aborda el arte mexicano desde el a�o que estall� la revoluci�n hasta los a�os setenta, seis d�cadas que vieron el surgimiento de expresiones art�sticas nacionalistas como el muralismo y corrientes posteriores que ser�an sus antag�nicas.
Ambos textos revelaban claramente a un autor capaz de abordar con lucidez el arte de distintas �pocas. Pero el pensamiento cr�tico de Manrique no s�lo abarc� el arte virreinal y la pintura mexicana moderna: ampli� muy pronto su campo de visi�n para abordar el arte latinoamericano y el patrimonio cultural. Riguroso historiador y cr�tico de arte, formado en el historicismo de la mano del doctor Edmundo O�Gorman, con estudios en Roma y Par�s, miembro del Instituto de Investigaciones Est�ticas de la UNAM, director de dos de los museos m�s importantes del pa�s (el Museo Nacional de Arte y el Museo de Arte Moderno), fue un autor prol�fico que abord� diversos temas y cuya obra critica se encuentra dispersa en diarios como Unom�suno y La Jornada, revistas como Plural y libros colectivos. De ah� la importancia de dos publicaciones que reunieron gran parte de esa obra cr�tica: Arte y artistas mexicanos del siglo XX (M�xico, Conaculta, 2000) y Una visi�n del arte y la historia (M�xico, UNAM, 2001).
En el texto ya mencionado: �El proceso de las artes��, Manrique adelanta algunas ideas que desarrollar� m�s tarde. Se refiere en alg�n momento a una �subcorriente� de la escuela mexicana, t�rmino que desech� a�os despu�s por otro m�s preciso: �contracorriente�, que acu�� para definir a artistas como Julio Castellanos, Agust�n Lazo, Carlos M�rida y Alfonso Michel, quienes por voluntad propia decidieron realizar su quehacer creativo al margen de los principios est�tico-ideol�gicos del muralismo, que orientaron su nacionalismo por el camino de las vanguardias y estuvieron ligados �varios de ellos, no todos- al grupo de Los Contempor�neos (�Las contracorrientes de la pintura mexicana�, en El nacionalismo y el arte mexicano, M�xico, UNAM, 1986, pp. 257-267). Tambi�n se refiere a los �j�venes inconformes� como Cuevas, Felgu�rez, Gironella y Rojo, quienes se opusieron al muralismo. No menciona el t�rmino �ruptura�, que a�os despu�s �l y otros de sus colegas acu�aron para definir a toda esa generaci�n. El t�rmino triunf� con la exposici�n: Ruptura. 1952-1965, realizada en el Museo de Arte Carrillo Gil en 1988. El texto de Manrique para el cat�logo correspondiente se llama: �Rompimiento y rompimientos en el arte mexicano� (Ruptura. 1952-1965, M�xico, Museo de Arte Carrillo Gil/Museo Biblioteca Pape, 1988, pp. 25-42). Y finalmente se refiere a Tamayo como �el �ltimo de los cl�sicos�, que a�os despu�s ser�a el t�tulo de su ensayo para el cat�logo de la magna exposici�n-homenaje al maestro oaxaque�o en el museo que lleva su nombre (Tamayo 70. Rufino Tamayo, 70 a�os de creaci�n, M�xico, INBA/SEP/Museo Rufino Tamayo, 1988, pp. 37-43).
Jorge Alberto Manrique fue tambi�n especialista en arte latinoamericano. Refiri�ndose a pintores latinoamericanos como Wifredo Lam, Roberto Matta, Carlos M�rida, Armando Morales, Alejandro Obreg�n, Fernando de Szyszlo y el mismo Tamayo, entre otros, el cr�tico se pregunt� por el dilema que en alg�n momento tuvieron que enfrentar estos maestros. Fueron artistas que, ante la disyuntiva de identidad o modernidad, escogieron la segunda v�a sin dejar de transitar del todo por la primera; artistas que �muestran en su obra la impronta evidente de la tierra que los vio nacer� (��Identidad o modernidad?�, en Dami�n Bay�n et. al., Am�rica Latina en sus artes, M�xico, Unesco/Siglo XXI Editores, 1983, p. 33). Suma y sigue�public� dos libros junto con su amiga y colega Teresa del Conde: Una mujer en el arte mexicano. Memorias de In�s Amor (M�xico, UNAM, 1987) y Cartas absurdas (M�xico, Editorial Azabache, 2001). Asimismo, apoy�, decidido y solidario, la Semana Cultural L�sbico Gay en el Museo Universitario del Chopo, escribiendo siempre textos notables, tan notables como los que escribi� sobre varios de los exponentes de la nueva figuraci�n de los a�os ochenta.
Por �ltimo, quiero recordar la labor de Jorge Alberto Manrique como defensor del patrimonio cultural. Fue presidente del Comit� Mexicano de ICOMOS (International Council on Monuments and Sites) entre 1979 y 1987. Conociendo ese dato, lo entrevist� hace 18 a�os para un reportaje que hice sobre el proyecto Templo Mayor y la destrucci�n de la arquitectura virreinal que propici�. Me dijo, entre otras cosas, que el organismo que presid�a se opuso al proyecto, que hubo juntas para discutir el problema, pero era poco lo que se pod�a hacer ante el clima de autoritarismo imperante: �Frente al poder presidencial, que en ese momento era absoluto, hab�a que callarse. Tanto L�pez Portillo [presidente de la Rep�blica] como Gast�n Garc�a Cant� [director del INAH] y Pedro Ram�rez V�zquez [secretario de Asentamientos Humanos y Obras P�blicas] se empe�aron en hacer un museo que bien se pudo hacer en otro lugar�. Y agreg�: �Lo prehisp�nico es muy valioso pero lo novohispano tambi�n. En aquella �poca se debi� pensar c�mo conciliarlos. Pero eso no se entendi� y se procedi� a destruir� (Antonio Espinoza, �La ciudad que se fue�, en Exc�ntrica, julio-agosto de 2003, p. 6). As� pensaba el ilustre historiador y cr�tico de arte.