En el estado de M�xico han sido localizados m�s de un narco laboratorio. Est�n escondidos en los rincones m�s inveros�miles, tanto que las autoridades tardan en encontrarlos, a veces a�os, como pasa en todo el pa�s.
Se trata de propiedades de hect�reas disfrazada de criaderos de gallos o cualquier otra� cosa, pero que dada la peste a qu�micos, dif�cilmente puede ser ocultada de los lugare�os la actividad irregular, o por lo menos inusual que ah� se desarrolla.
En todo caso, todo esto pasa desapercibido, al menos para las autoridades de los municipios, que� se suponen conocen la tierra y a sus� vecinos.
Es frente a este tipo de informaci�n que uno se pregunta si no tenemos los mexicanos perdida de por si la guerra contra la delincuencia organizada, pues debe haber muchos lugares como ocultos a simple vista, desde los cuales, delincuentes muy bien organizados fabrican y distribuyen muchos kilos de droga, sin que nadie se entere.
Sitios tan apartados y escondidos que son invisibles, donde las autoridades municipales no se dan a basto para mantener estrecha vigilancia, donde los estatales no ponen suficiente atenci�n y se convierten en un punto ciego de colindancias municipales.
Donde las fuerzas federales no llegan porque no hay indicios de actividad irregular.
Entonces nos preguntamos si los mexicanos comunes y corrientes no habremos ya perdido la perspectiva y vivimos ajenos a una realidad mucho m�s tangible que la nuestra, que nos consume como mal presagio.
Una donde los “cocineros” terminan� con sus vidas con 6 meses en el encierro y la pestilencia que les arranca los pulmones de a poco, solo para perderse en el anonimato de tumbas clandestinas donde nadie reza o pone flores.
Una en la que las personas salidas de la mas desesperante y desesperanzadora pobreza viven esclavizados a un espect�culo espantoso donde los protagonistas son pacas de d�lares marcadas con cantidades inveros�miles, o las pacas de droga, bien empaquetada y de a kilos.
Cual ser� el M�xico real, el de los narcolaboratorios y sus macabros secretos a voces o el de los incautos que todav�a nos horrorizamos con estas historias.
Permanece la esperanza de que el M�xico real sea el de las autoridades que persiguen realmente a estos delincuentes y que, al menos de a poco, luchan para frenar el avance de la realidad obscura que� nos acecha.