Derechos y colapsos ambientales
Las alarmas llevan encendidas desde hace tiempo. Desde Los límites del crecimiento, publicado en 1972, ya se sabía que la Tierra no alcanzaría para la exigencia de recursos, consumo y habitantes de la humanidad. Luego se hicieron públicas y debatidas las consecuencias del consumo de combustibles fósiles y las probabilidades del calentamiento global. Después nos enteramos, gracias a una publicación en la prestigiosa revista Nature gracias a pumas de académicos de la Universidad de Harvard, de que Exxon trató de acallar la crisis climática y ecológica con campañas de desprestigio, bulos y negacionismo puro.
Con las temperaturas del año pasado y de este, con el pie en el abismo del estrés hídrico, con todo el cambio climático antropogénico nos ha quedado claro que la preocupación no era en vano. Y con ello, también la veleta ideológica ha puesto la ecología en el centro de los debates y de las consultas y de la necesaria construcción de políticas públicas, desde lo local hasta lo global, para que la humanidad no colapse.
En ese sentido, las narrativas se han redirigido hacia la consolidación de los derechos ambientales. Pongamos unos ejemplos. En Ecuador le instituyeron los Derechos de la Naturaleza, Derechos de la Pachamama, en la Asamblea Constituyente de 2008; para 2014, se constituyó un Tribunal Permanente por los Derechos de la Naturaleza y la Madre Tierra. En Bolivia, sucedió algo similar en 2010, pues se avaló la Declaración Universal de los Derechos de la Madre Tierra.
En otro sentido, pero en paralelo, se han reconocido derechos a animales no humanos y a flujos vitales de la naturaleza. En 2015, la orangutana Sandra adquirió derechos con los se justificó su reubicación fuera del zoológico en Argentina. En 2017, Nueva Zelanda reconoció jurídicamente los derechos de un río.
Del otro lado de la moneda, en 2020, un grupo de jóvenes de los condados de Lewis y Clark demandaron y le ganaron al estado de Montana en la búsqueda de hacer cumplir su derecho a un medio ambiente sano, en el que probablemente pasará a la historia como el primer litigio en ese ámbito en el país vecino del norte. Los querellantes demostraron la contaminación ambiental, sequías e incendios (por si nos suena familiar) y sus afectaciones en la salud de la comunidad. Finalmente, quiero enfatizar el fallo en Suiza de principios de este abril, en el que se confirmó la responsabilidad de un Estado Nación por el calentamiento global. Suiza, según la información de AFP, “violó el Convenio Europeo de Derechos Humanos”.
En México la situación es complicada. Incluso la asociación Nuestro Futuro A.C. asevera que nuestro país está en el 4to lugar a nivel mundial con mayor riesgo climático. Y ya se vislumbran problemas climáticos de urgencia, incluyendo el estrés hídrico. En ese sentido, y en plena época electoral en todos los niveles, es crucial que las personas que encabezan las candidaturas (federales, estatales y municipales, del ejecutivo y del legislativo) expongan sus propuestas en los marcos que les corresponden. En algunos casos están muy claros los perfiles, incluso desde el ámbito académico de dichas personas. Sin embargo, es preciso saber cómo pretende solucionar, desde las políticas públicas, estos conflictos climáticos y todas sus consecuencias.
Las balanzas de la habitabilidad del planeta están de puntillas al borde del abismo, sin lugar a dudas. Sin embargo, estos derechos ambientales son ya la vanguardia ideológica, política, jurídica, social y económica para nuestro futuro más próximo.
Heber Quijano