En la década de los sesenta, el entonces empresario Ernesto Maurer puso en marcha un mega proyecto que consistía en la creación de un bosque sembrando exclusivamente árboles para las celebraciones de navidad y dicho proyecto se basaba fundamentalmente en aprovechar el producto natural sin depredar los montes lo que derivó en todo un plan para cultivar y obtener ejemplares de pino que luego de ser cortados las plantas quedaran vivas.
La regeneración de los arboles consiste en no dejar morir el tronco donde fue talado un pino ya grande, con una serie de cuidados para que de dicho tronco salgan ramas nuevas y una de las cuales, la más selecta, se proteja hasta llegar a ser un nuevo ejemplar.
Esto dio lugar a que desde entonces y hasta la actualidad se practique un proceso de siembra, cosecha y regeneración de árboles que hasta la actualidad ha sido muy positivo también en materia ecológica para la región donde es imprescindible conservar la vida de los montes.
Tras el éxito del proyecto de la familia Maurer, se empezaron a vender en México los primeros árboles de navidad de la especie de pinos Vikingo, Douglas y canadiense que medían hasta dos metros de altura con la peculiaridad de que las familias llegaban al bosque de árboles para cortar su propio pino a gusto de cada quien.
Don Ernesto Maurer quien era originario del estado de Chihuahua dedicó gran parte de su vida hasta sus 80 años de edad vigilando los bosques de árboles de navidad teniendo siempre éxito, al tiempo que daba empleo temporal a cientos de trabajadores de la región en su empresa ecológica.
Árboles de Amecameca Tradición Navideña
Desde principios de cada mes de noviembre se abren la puerta de los bosques de los árboles de navidad al público en general y es cuando comienzan a llegar familias completas que aparte de cortar y comprar su árbol navideño, tienen la oportunidad de hacer un día de campo, pues son invitados a recorrer la hacienda Panoaya ya que, con su pago de 980 pesos por un pino pequeño o grande, se da a los clientes un pase para seis personas al parque de diversiones de la hacienda.
Gregorio Manríquez H