As� como alg�n d�a dediqu� mi tiempo a tratar de organizarles a todos los ind�genas de este lugar un programa de apoyo, a trav�s de grandes de la academia, as� quisiera darles un abrazo fuerte y grande. A todos ellos que jam�s se han quejado, y que siguen con la frente bien en alto, y la cara descubierta: a los ind�genas de mi querido Estado de M�xico. No dejemos que se acaben, que se mueran�
Ayer fue un d�a interminable.� La gente que quiero estuvo m�s que cerca en mi �nimo y en mi esp�ritu. Largos caminos verdes recorr�, al ser invitada a una casa peque�ita que est� enclavada a la orilla de un monte.
No camin� m�s de media hora� El lugar est� despu�s de pasar la v�a que lleva al Aeropuerto. Era Toluca, luego un poquito de Lerma y al final, Xonacatl�n. All� por encima de esos cerros que vemos que rodean a nuestra querida capital del Estado, estaba la casa de la que les platico.
�Qu� quienes viven all�? El apellido es lo de menos� Vive gente humilde y de origen ind�gena. Todos ellos, eran de lo m�s guapos. Ellas con la dignidad con la que han pintado much�simos acuarelistas a las mujeres de nuestro Estado. Yo las ve�a y las ve�a: �el se�or�o se muestran en cada poro de su cuerpo.
Por supuesto que los hombres estaban tambi�n llenos de esa luz que casi nadie entiende. Esta familia tiene de todo: unidad, seguridad, trabajo en cada uno de sus hijos, y de los hijos de sus hijos; humildad, y el pan diario que reparten con tanto y tanto amor.
Tres grandes ollas, y s�lo una mayordoma, la m�s vieja de la casa, que era la encargada de servir los platos. Ella misma hab�a sido quien se hab�a sentado a guisar para todos nosotros.
�Qu� a usted no le gustar�a estar a la orilla del grande cerro, o de la peque�a monta�a que divide a nuestro Estado del Distrito Federal, con un grande r�o, con cascada y todo, ver verde por todos lados, y aparte, tener una genial comida que, con �nimo de compartir el pan y la sal, le dan a uno estos bell�simos ind�genas?
En todo este maravilloso pa�s existen seres que tienen luz propia y que alumbran los caminos de sus propios hijos. Estos seres, a�n de ser inmensamente pobres, se dan a la tarea de educar, y ense�ar a sus hijos sus mitos y leyendas. Y tienen su propia identidad. Por ellos estamos aqu�. Por ellos tenemos patria. Se llaman ind�genas. Honr�moslos.
GILDA MONTA�O