Antonio Espinoza
Desde que Plat�n defini� al arte como una doble imitaci�n, esto es, como una copia de otra copia (una apariencia respecto de la verdadera realidad: el mundo de las ideas), se han dado las m�s distintas respuestas en torno a la creatividad humana. De Plat�n a los pensadores contempor�neos, se ha definido al arte de las m�s diversas maneras, pero tambi�n se ha indagado respecto a su relaci�n con la sociedad. Es un hecho innegable que el arte producido en una �poca determinada, que expresa conceptos e ideas ajenas a las nuestras, puede perdurar en el tiempo y provocarnos todav�a admiraci�n y placer est�tico. El mismo Karl Marx se pregunt� por qu� el arte griego (que respondi� a un sistema de producci�n esclavista) hab�a sido capaz de perdurar en el tiempo y seguir provocando nuestra emoci�n: �Pero la dificultad no consiste en comprender que el arte griego y la epopeya est�n ligados a ciertas formas del desarrollo social. La dificultad consiste en comprender que puedan a�n proporcionarnos goces art�sticos y valgan, en ciertos aspectos, como una norma y un modelo inalcanzables� (Carlos Marx, �Desarrollo desigual de la sociedad y el arte�, en Adolfo S�nchez V�zquez, Antolog�a. Textos de est�tica y teor�a del arte, M�xico, UNAM, 1972, pp. 260-261.
Marx no tuvo una respuesta a su pregunta, pero el pensador alem�n habl� de �modelo� y eso es lo que a lo largo de la historia ha sido el arte griego: un modelo, algo digno de ser imitado y de servir como fuente de inspiraci�n. Y es que el arte griego no desapareci� cuando Grecia fue conquistada por Roma en el a�o 146 a.C. Al contrario, permaneci� porque fue considerado de un valor supremo. Fue en Roma, durante el gobierno de Octavio Augusto, cuando se acu�� el t�rmino �cl�sico� (lenguaje de clase alta) para designar a las expresiones art�sticas y literarias antiguas, dignas de ser preservadas e imitadas. El clasicismo se remonta a la Grecia del siglo V a.C., en la que Atenas se convirti� en un centro cultural de primer nivel. Pero el clasicismo no podr�a entenderse del todo sin las aportaciones hechas por Roma. De ah� que entendamos por arte cl�sico el arte greco-romano, un arte grandioso que logr� sobrevivir al derrumbe del mundo antiguo en el a�o 476 d.C. El clasicismo supervivi� en la Europa medieval a trav�s de muchas de sus obras �la mayor�a copias-, pero fue hasta el Renacimiento cuando los ideales del mundo cl�sico resurgieron con gran fuerza.
En Roma, a fines del siglo XV y principios del siglo XVI, tuvieron lugar hallazgos notables de obras maestras del arte cl�sico. El Apolo del Belvedere, el Laocoonte y otras obras maravillosas emergieron de la tierra para encender la imaginaci�n de los hombres del Renacimiento. El arte del Renacimiento fue un arte fundamentalmente clasicista, que busc� asimilar y reproducir las formas estil�sticas grecorromanas, afirmando al hombre como el centro del universo en detrimento de los ideales predominantemente religiosos de la Edad Media. En el arte renacentista se manifestaron las caracter�sticas propias de la mentalidad griega: la armon�a, el equilibrio, el orden, la raz�n y la virtud. Pero a pesar del inter�s en esa �poca por la antig�edad cl�sica, tuvieron que pasar dos largos siglos para el pleno descubrimiento del mundo cl�sico.
En su libro Los primeros viajeros a Grecia y el ideal hel�nico, David Constantine nos cuenta la historia del redescubrimiento de Grecia por parte de los europeos (ingleses, franceses y alemanes). Esta empresa fue obra de los viajeros que visitaron Grecia desde fines del siglo XVII y que contribuyeron en forma decisiva a crear lo que el autor llama el �ideal hel�nico�, esto es, la admiraci�n y el anhelo por los valores de la cultura griega. El ideal de aquellos hombres (bot�nicos, comerciantes, cl�rigos, embajadores, escritores y simples aventureros) era el reencuentro con la cultura griega, en la que buscaban el origen hist�rico y cultural de la Europa occidental.
En realidad, la empresa comenz� en el siglo XVII gracias a la codicia de ricos mecenas que, encari�ados con las antig�edades, crearon las sociedades de los dilettanti que, a su vez, pagaban a viajeros y residentes en Grecia para hurgar en las ruinas griegas y romanas, para proveerlos de informaci�n y obras de arte. Aventureros y mercenarios del arte que, de acuerdo con Constantine, poco contribuyeron al �ideal hel�nico�. Pero las cosas cambiaron hacia 1670 con Jacob Spon y George Wheler, viajeros ingleses que �fueron los primeros que viajaron a Grecia con la intenci�n principal de identificar y descubrir sus monumentos cl�sicos, y los relatos que hicieron fueron el fundamento de la tradici�n moderna de la literatura de viajes a Grecia� (Los primeros viajeros a Grecia y el ideal hel�nico, M�xico, Fondo de Cultura Econ�mica, 1989, p. 23). Despu�s de Spon y Wheler, otros muchos viajeros siguieron el camino del redescubrimiento de Grecia y el �ideal hel�nico�; todos hombres bien intencionados que, sin embargo, realizaron un saqueo brutal, que Constantine ejemplifica al final del libro.
El libro de Constantine tiene como h�roe y figura central a Johann Joachim Winckelmann (1717-1768), historiador alem�n del arte que fue el primero en estudiar con m�todo cient�fico los monumentos antiguos. Gracias a sus tratados hist�ricos y est�ticos, Winckelmann contribuy� notablemente en la helenizaci�n europea del siglo XVIII. De acuerdo con Constantine, Winckelmann fue �una estrella polar de una brillantez deslumbrante�, cuyas ideas sobre el arte griego se arraigaron �profundamente en las conciencias europeas� (ibidem, p. 210). Hombre protot�pico de la Ilustraci�n, Winckelmann promovi� las excavaciones de Herculano y Pompeya, concibi� el arte en forma aut�noma (como una creaci�n a priori de la naturaleza) e impuls� decisivamente el clasicismo de su tiempo. El arte neocl�sico mucho le debe al erudito alem�n. Como sabemos, este estilo art�stico, nacido como una reacci�n contra el �ltimo periodo del barroco y como resultado de los estudios sobre el mundo cl�sico realizados en la �poca, se inspira en modelos grecorromanos.
Ya en plena Ilustraci�n y con el entusiasmo cada vez mayor por la antig�edad cl�sica, proliferaron las academias, instituciones fundamentales en el desarrollo del arte a partir del Renacimiento. Inspiradas en la Academia, escuela filos�fica fundada por Plat�n en los jardines de Academos, las academias se convirtieron en escuelas art�sticas que se extendieron r�pidamente por Europa y llegaron finalmente a Am�rica. En la Nueva Espa�a, el 4 de noviembre de 1781, fue fundada de manera oficial la Real Academia de San Carlos. Han pasado 240 a�os de la fundaci�n de una instituci�n cultural sin la cual no podr�a entenderse el arte de M�xico.