La reciente visita a M�xico de Anthony Blinken y Gina Raymondo, Secretarios de Estado y de Comercio respectivamente del ejecutivo norteamericano, en el contexto tanto del �d�a de la independencia� como de la narrativa del ejecutivo federal respecto de las relaciones entre ambos pa�ses, da pie para referirnos al tema de la soberan�a, instituci�n jur�dico pol�tica surgida a fines del siglo XV, consolidada en el siglo XIX, cuando tuvo un gran impacto en la sustentaci�n ideol�gica de los movimientos independentistas de am�rica latina.
Todo evoluciona: desde el fin de la segunda guerra mundial, derivado del avance de la tecnolog�a, las relaciones internacionales, los sistemas de informaci�n y comunicaciones, el concepto se ha ido ampliando sustancialmente, al grado de que en la actualidad aunque conserva sus rasgos de origen, ya no se compone ni significa lo mismo que cuando naci�.
La soberan�a resurge en M�xico como en muchos otros pa�ses en medio de un intenso debate sobre las distintas formas de concebir su naturaleza y caracter�sticas. As�, hay quienes postulan que en un estado federal como el nuestro esta se establece a partir de un arreglo institucional lleva a la distribuci�n vertical de competencias entre los distintos �mbitos de gobierno, la cual es garantizada por el constituyente, �nico poder capaz de instituirla y modificarla. Otros sostienen que cada entidad federativa goza de una soberan�a circunscrita a su �mbito de acci�n jur�dica, pol�tica y administrativa, acotada por el pacto federal.
Realidades hist�ricas como la guerra fr�a, el surgimiento de bloques regionales como la Uni�n Europea y el debate sobre la �globalizaci�n� tecnol�gica, pol�tica, econ�mica, social y cultural, obligan hoy a una profunda revisi�n del concepto cl�sico de soberan�a desde las perspectivas nacional e internacional.
El car�cter �absoluto� de la soberan�a nacional creado en el romanticismo del siglo XIX ha entrado en colisi�n con el postulado de la sociedad mundial. En la era de la �realidad l�quida� el entorno internacional influye de manera contundente en la vida institucional de todo pa�s, sea cual sea su forma de organizaci�n jur�dica y pol�tica. Ahora, en una suerte �contrato social mundial�, influyen en ella la corresponsabilidad global (paz, derechos humanos, multiculturalidad, medio ambiente), los v�nculos multilaterales (intercambio comercial, armonizaci�n jur�dica, desarrollo, sustentabilidad, migraci�n, armamentismo), y hasta posiciones ideol�gicas encontradas (proteccionismo, recesi�n, endeudamiento).
Si la libertad es a los individuos, lo que la soberan�a es al poder p�blico, �sta �ltima debe ser inteligentemente ejercida, buscando pactos que se conviertan en oportunidades para las personas, sin las cuales, ella carecer�a de sentido. El gobernante que se aferre a mantener su visi�n en el pasado sobre el tema, dif�cilmente podr� resolver con eficiencia problemas nacionales e internacionales, tanto de car�cter estructural como de coyuntura.
Todo esto nos obliga a preguntarnos si el concepto de soberan�a incorporado desde principios del siglo XIX en las constituciones federal (art. 39, uno de los pocos que no sido reformado desde 1824) y locales sigue siendo adecuado y suficiente para dar la base que requiere nuestra organizaci�n jur�dico-pol�tica frente a un entramado de relaciones cada vez m�s complejas al interior y al exterior. Una eventual reforma refrescar�a a su vez otras instituciones como la representatividad, la divisi�n de poderes, el federalismo, la democracia participativa, la inclusi�n de nuevos actores pol�ticos, solo por citar a los m�s relevantes.
Por Jos� Ram�n Gonz�lez Ch�vez