Continuidad
Claudia Sheinbaum, la virtual próxima presidenta de México, dijo ya que seguirá con los proyectos de militarización de la Guardia Nacional, que es poco menos de lo que falta para llevar la actividad policial -si es que la hay- a la militarización total. Este ha sido uno de los temas más controversiales en el sexenio que está por terminar, pero ahora se ve lejana la posibilidad de evitarlo.
El presidente López Obrador aseguró durante todo el sexenio que no fue culpa suya la inseguridad, sino de sus antecesores y que rechazaba la respuesta armada, pese a que su gobierno puso en marcha una estrategia muy clara y específica de militarización del país, ya no sólo en materia de seguridad, sino también en otros ámbitos.
No solo incumplió con su promesa de retirar el Ejército de las calles, sino que ha aumentado su presencia, mientras que insistió en que la Guardia Nacional fuera un cuerpo militar.
Lo cierto es que este no es un problema fácil de resolver y no puede ser abordado de manera superficial, o puede resultar peor el remedio que la enfermedad.
El ejemplo claro lo vivió nuestro país con Felipe Calderón y su fallida guerra contra el narcotráfico y luego con Peña Nieto y el fiasco que dejó como herencia.
Lo peor de la política de seguridad del ex presidente Calderón fue que las víctimas de la guerra se contaban por decenas de miles, sin que hubiera resultados claros, al menos no positivos. Ahora nos pasa exactamente igual.
Los ciudadanos esperaban que se notara la pacificación del país, que disminuyera la violencia de los carteles de narcotraficantes, que se enfrentara al menos algún cartel o alguna cosa que nos diera la posibilidad de encontrar la tranquilidad que las familias mexicanas merecen.
Pero al final de sexenio vemos, por ejemplo, a ciudadanos chiapanecos en un éxodo, abandonando sus casas para huir de un grupo de delincuentes, en una escena parecida a Ruanda, y lo peor, la Guardia Nacional está ahí limitada a ayudar a la gente a huir de su pueblo, tomado por la violencia.
No se entiende cuál fue la estrategia y ya está a unos meses de terminar el sexenio, muy parecido a lo que le ocurrió a los gobernantes que tanto criticó.
Uno de los grandes errores es que nunca fue Calderón ni nadie de su gabinete claro con el tema de las estrategias y lo que de éstas se esperaba, mucho menos hablaron de la posibilidad de medir el avance para definir si se seguía o no con éstas.
En este sexenio la estrategia contra la violencia es “abrazos, no balazos” y en lo informativo, el discurso oficial es negar sistemáticamente la realidad.
Cuando hasta las cifras oficiales señalan un crecimiento tremendo de los delitos de alto impacto, el presidente insiste en que son mentiras de sus detractores.
Al final, el presidente no ha terminado por afrontar la realidad, ya no es candidato, el peso ya no está en el discurso, sino en los resultados y al final del sexenio son pésimos.
Esperemos que la militarización de la Guardia Nacional sea solo una coincidencia de concepto, no con la continuidad en la estrategia.
Martha González Aguilera