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El problema de los miles de niños indocumentados en Estados Unidos ha sido calificado en el mundo como una crisis humanitaria, que toca a México, su vecino del norte y varios países centroamericanos enfrentar.
Lo cierto es que la migración es el asunto más importante por resolver en nuestro tiempo, no sólo para México, sino para el mundo entero. Es tal la trascendencia del tema, que algunos especialistas hablan de que será el que marque el paso de nuestras generaciones por la historia, en particular la de los gobernantes.
En ese sentido, la responsabilidad es enorme y nuestras sociedades no pueden ignorarla.
El caso de México es probablemente único, pues la posición geográfica lo ubica como un gran expulsor de migrantes hacia la gran potencia americana y, al mismo tiempo, como el lugar de paso ineludible para todo el resto de América Latina.
En este contexto, es tan importante la política migratoria relacionada con la frontera norte como la de la frontera sur.
En una, nos llama la obligación de proteger a nuestros paisanos que buscan llegar a los Estados Unidos en busca del “sueño americano”, mientras que la otra se vuelve un imperativo moral hacia nuestros hermanos latinos.
Si el Estado mexicano tuviera esa perspectiva, no sería difícil entender que toca a nuestro país tomar el liderazgo natural que hemos desperdiciado en nuestro continente.
El resto de latinoamérica mira a México como una gran Nación, dónde cumplir con expectativas y sueños, en especial ahora que las políticas migratorias de los Estados Unidos se han endurecido, tenemos muchos más centro y sud americanos que se quedan en México en busca de una vida mejor.
Sin embargo, también es México “el Monstruo”, la gran bestia que deben dominar para sobrevivir el viaje hacia sus sueños.
Así, nuestro país se ha convertido en una tremenda amenaza, donde el crimen organizado y la corrupción parecen regir sobre los destinos de cientos de miles de personas que cada año atraviesan nuestro territorio para llegar a EUA.
Ahora el problema parece explotarnos en las manos, pero el fenómeno de los menores que hacen solos este terrible viaje no es nuevo.
Ciertamente no todos los niños son mexicanos y desde luego que los países de origen deberían intervenir en la búsqueda de la solución.
Sin embargo, no hay forma de que las autoridades mexicanas eludan su responsabilidad, pues estos menores centroameriocanos atraviesan por nuestro país sin que alguien hiciera algo al respecto.
Pero como suele ocurrir, las autoridades se dicen sorprendidas y pareciera que son las últimas en enterarse de las historias de horror que se viven a todo lo largo de la nación.
Historias de muerte, sangre, secuestro, dolor, esclavitud, agresiones sexuales y las humillaciones y vejaciones.
En ese contexto, es deber de todos enfrentar el problema y no cerrar los ojos a la gran responsabilidad que tenemos frente a nosotros.

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