¿Dónde estamos?
La discusión de la reforma ha comenzado en todos los frentes posibles. El presidente, su secretario de gobernación, su partido, sus aliados, y hasta sus detractores han sido capaces de revivir una reforma que parecía destinada al olvido legislativo. Con este panorama, vale la pena describir dónde estamos y qué podríamos esperar no sólo para la reforma, sino para el panorama electoral general en México.
En la sede legislativa, iniciaron los trabajos para darle forma a un posible dictamen que podría modificar la constitución (51 iniciativas) y las leyes secundarias (57 iniciativas). Entre los partidos políticos de oposición, más que un bloque de contención existe un foro de acusaciones permanente sobre supuestos pactos y acuerdos. La política del “divide y vencerás” parece más viva que nunca.
En el terreno de la promoción política, Morena continua con asambleas informativas para promover la reforma electoral propuesta por el presidente. Su argumentación se fortalece con el discurso del apoyo popular, son las encuestas -hasta las del propio INE- las que dan el soporte a la propuesta.
La ciudadanía está inmersa en un torbellino de información. Lo cierto, es que lejos de explicarse la profundidad de los cambios que se proponen, parecemos concentrados en el proceso de discusión y en las chispas que salen del acalorado debate político.
Más allá de filias y fobias, debemos ser conscientes que un cambio en el modelo constitucional y legal en materia electoral determinará el futuro de nuestro sistema político y de nuestra realidad cotidiana. La competencia política, la alternancia, el diseño del árbitro electoral, la forma en que podemos, o no, participar en las decisiones de nuestra comunidad son -todas- cuestiones delicadas que no deben dejar de discutirse entre la ciudadanía de la forma más sencilla y sería posible.
Para muestra un botón: no resulta extraño que para la ciudadanía elegir mediante el voto ciudadano las consejerías electorales sea una buena idea, en el fondo ¿no sería eso vivir la democracia?; es cierto que la propuesta de reforma no explicita sus fundamentos teóricos, pero sus detractores tampoco han logrado explicar con claridad por qué esto es una mala idea. ¿conocemos -realmente- los alcances que pudiera tener esta propuesta? ¿se han discutido con seriedad?
En esto, existe una culpa. La materia electoral se ha construido sobre el esfuerzo de la lucha ciudadana, pero se ha aislado a causa de su especialidad técnica; quienes participamos de ella hemos sido incapaces de explicar, sin tanto rollo, por qué importa la democracia, cuáles son sus ejes centrales y por qué su diseño legal debe ser de una u otra manera.
En todo este caos existe la gran oportunidad de regresar al origen: que la ciudadanía tenga el interés y las herramientas para comprender por qué es importante el diseño del sistema electoral. De este modo, temas como el uso de la tecnología en la democracia, financiamiento de partidos políticos y autoridades electorales, diseño del sistema electoral, facultades del árbitro y protección del padrón de datos de las y los electores deberán ser explicados y comprendidos, antes siquiera de ser discutidos.
La democracia en nuestro tiempo no es observada como la lucha de un ideal inalcanzable pero valioso; es una realidad que tiene deudas con aspiraciones de igualdad y mejores condiciones sociales para todas y todos. La propuesta de reforma plantea un cambio profundo que tendrá -al menos- un periodo de prueba y error que podría comprometer el ejercicio de la elección en 2024 ¿estamos dispuestos a hacerlo en este momento? Si se trata de ciudadanizar la democracia, de hacerla cotidiana y más cercana a la gente ¿no sería oportuno tener una discusión sin prisas y con mayor alcance?
Por: Fernando Roberto Zúñiga Tapia
Twitter: @ZuFerTapia