Las deudas que han acumulado los ayuntamientos, algunas de ellas verdaderamente impagables, se han convertido en un lastre para las administraciones municipales y en la presente coyuntura se han conjuntado varios elementos que han incidido en su crecimiento.
El primero de ellos, y quizá el más importante de todos, es la política asistencialista y caprichosa del presidente Andrés Manuel López Obrador, para quien solo existen dos asuntos importantes: el apoyo, mediante la dádiva en metálico, a los grupos de la sociedad más pobres o más fáciles de influenciar, como los adultos mayores y los jóvenes desempleados. Y sus obras faraónicas que se están llevando muchísimos recursos.
Fuera de esos temas no le importa si los enfermos que no tienen acceso a los servicios de salud tienen medicinas. No le importa si la gente se muere de lo que sea porque los hospitales están abandonados.
Y si todo eso no le importa, pues menos le interesa que los ayuntamientos reciban los copiosos recursos que antaño recibían de la Federación. Pero ese es tema de otra plática.
Hoy, le decía, los alcaldes enfrentan graves problemas. El primero de ellos porque la Federación les da migajas de lo que antes les entregaba.
Luego se vino encima la pandemia, que obligó a casi todos los mexicanos encerrarnos casi por año y medio en nuestros hogares y la economía se vino abajo. No hubo, entonces, liquidez en las familias para pagar predial, agua y otros impuestos o servicios y los ayuntamientos lo resintieron, pues ya no contaron con el dinero fresco del pago de esos y otros ingresos propios.
Por si eso fuera poco, en muchos gobiernos municipales, los alcaldes dejaron entrever que son muy malos administradores, pues no supieron cómo manejar los pocos centavos que les iban cayendo y muchos de ellos gastaron a manos llenas, como si estuvieran en los tiempos de la bonanza petrolera.
A todo esto hay que agregarle la deuda histórica que muchos de ellos vienen arrastrando de administraciones pasadas y entonces ya tenemos el coctel completo.
¿Qué hacer ahora, para que los gobiernos municipales paguen lo que deben si no tienen recursos para hacerlo?
Lo más sencillo es dejar que acaben sus malas administraciones a ver si los que entran en enero son menos malos.
Pero ya se han levantado varias voces, exigiendo que el Órgano Superior de Fiscalización haga revisiones exhaustivas y efectivas para saber en qué se gastaron el dinero los presidentes municipales y, en caso de detectar anomalías, sancionar a los abusivos.
Cierto, la pandemia dio al traste con todos los planes y programas planeados desde el principio de las gestiones, allá por 2018, pero pocos alcaldes tuvieron la audacia de recortar para no endeudarse más, que fue lo que hizo la mayoría, contratar nuevos créditos, aun a sabiendas de que no podrían pagarlos en tiempo y forma.
Hay ejemplos claros, como Toluca y Naucalpan, donde además de no tener dinero para pagar a los proveedores, tampoco tienen para el pago salarial de los miles de trabajadores que tienen contratados.
Le hablo de los dos más evidentes, pero en general son casi todos los que enfrentan esta problemática.
El año que viene estaremos muy atentos a las revisiones que hagan las autoridades entrantes, para saber dónde quedaron los dineros y si hubo malos manejos administrativos como se presume.
Mientras, a seguir sufriendo por los enormes baches en las calles, los cortes en el servicio del agua potable y la basura que se acumula en los hogares y en las calles, porque los carros que la recolectan están parados por falta de gasolina.
Diana Mancilla Álvarez