Quer�taro visti� de luto a M�xico en el Estadio la Corregidora durante el encuentro con el Atlas. Desde esa hermosa ciudad, se mand� un mensaje de impunidad y de lo que son capaces de hacer quienes sean sin que pase nada. Pero vamos por partes.�
Apenas el viernes se destap� un esc�ndalo nacional por el posible tr�fico de influencias en el que habr�a incurrido el fiscal general de la Rep�blica, Alejandro Gertz Manero. Ese d�a se filtraron conversaciones telef�nicas que habr�a sostenido con su segundo de a bordo, Juan Ramos, en donde ambos desnudan el operativo para mantener en la c�rcel a Alejandra Cuevas, sobrina pol�tica del fiscal.�
En esos audios mencionan la supuesta oferta de un ministro de la Corte para hacer un proyecto a modo de las necesidades del fiscal y la entrega de un proyecto muy diferente. El enojo del fiscal es evidente y expl�cito su mensaje de que �buscar�n� un ministro �amigo� para que les �ayude� en este caso.�
Este esc�ndalo deja al descubierto las posibles componendas entre dos instituciones vitales para la vida democr�tica de la naci�n, ensuciadas ambas por los afanes de venganza del fiscal del presidente, que presume de ser el menos corrupto en la historia del pa�s.�
Apenas nos repon�amos de a impresi�n, cuando el tema de Quer�taro, inadmisible y vergonzoso lo que hemos visto en las redes sociales, desvi� la atenci�n de la sociedad. Ya no era el fiscal, eran las im�genes de la barbarie, de la sinraz�n.�
Y si lleg� a suceder se debe a que la impunidad en M�xico ha alcanzado niveles inexplicables, que nos acercan a un estado de indefensi�n tal, que ya no es seguro andar en las calles, y no me refiero s�lo al hecho de que hace dos a�os soltaron a al hijo de El Chapo Guzm�n y ahora se ha convertido en uno de los criminales m�s buscados por los Estados Unidos.�
Tampoco me refiero a los m�ltiples homicidios sucedidos en Tamaulipas, Zacatecas o Michoac�n, finalmente son pleitos entre grupos delictivos que saben perfectamente a lo que se exponen en ese negocio.�
Me refiero a que el mexicano com�n no puede salir con su familia a disfrutar de un parque, o de un espect�culo como el futbol, el deporte m�s practicado en el pa�s, sin el miedo de que pueda suceder algo como lo que pas� en el Estadio Corregidora.�
El brote de violencia comenz� sobre la cabecera visitante debido a que las barras de los equipos comenzaron a hacerse de palabras. Dicen los espectadores en el estadio, que ni era tanta gente, que si hubiera mandado gendarmes todo hubiera quedado all�, pero inexplicablemente no hab�a seguridad en el estadio, s�lo pocos privados, quienes fueron los que abrieron las puertas a los de la porra local para ir contra la porra del Atlas.�
Los de Quer�taro le dieron la vuelta a todo el estadio para golpear a los visitantes y all� las cosas se salieron de control.�
Al minuto 61 los aficionados con sus familias presionaban para escapar de la reyerta y no les qued� de otra que ingresar a la cancha. Claro, iba la vida de por medio.�
El reporte oficial es que no hubo muertos, ahora la autoridad tiene la obligaci�n de presentar a todos los heridos que se�alaron, no vayan a salir ahora con que se desaparecieron. Los cuerpos inertes, tirados en el suelo, desangr�ndose, son evidencia de que no fueron an�nimos.�
Aqu� surgen algunas preguntas: la m�s elemental �porqu� no hab�a seguridad en el estadio? �Por qu� los pocos polic�as presentes apoyaron a los barristas locales en lugar de detener la masacre? �Por qu� los gobernadores de Quer�taro y Jalisco no se refirieron a los muertos y s�lo hablaron de heridos? �Por qu� tardaron tanto tiempo en dar la cara? �Por qu� no dieron nombres y ad�nde fueron llevados los heridos? �Por qu� la tibieza de la Federaci�n Mexicana de Futbol? �Quer�taro debe ser desafiliado? �Por qu� tardaron tanto en llegar los elementos de seguridad? �Qu� har�n con los polic�as que tambi�n le entraron a la golpiza? �Renunciar�n el alcalde y el gobernador de Quer�taro, por su evidente incapacidad?�
Y as� podemos seguir con decenas de preguntas que seguramente no tendr�n respuesta, como tampoco la tendr� la vergonzosa exhibici�n del fiscal general de la Rep�blica. Pero la pregunta final es: �Qu� har� el presidente Andr�s Manuel L�pez Obrador en ambos casos?�
Diana Mancilla �lvarez�