Antonio Espinoza
Con respecto al otro maestro renacentista, Teresa del Conde analiza el texto de Freud que lleva como t�tulo: El Mois�s de Miguel �ngel, publicado en 1913. A ra�z de un viaje a Roma en el a�o de 1901, el m�dico austriaco qued� fascinado con la imponente escultura que se encuentra en San Pietro in Vincoli, por lo que busc� afanosamente bibliograf�a sobre el artista renacentista y sobre la escultura misma para escribir sobre el tema. Nos dice la autora que Freud interpret� a la escultura (a la que llam� �Mois�s con cabeza de Pan�) sin ideas preconcebidas y en un momento cr�tico (la disidencia de algunos de sus disc�pulos), que lo hizo identificarse con el patriarca hebreo pues buscaba �emular la victoria sobre las pasiones�. [6] Freud reuni� material bibliogr�fico, lo seleccion�, lo estudi� y lo analiz�, para tomar lo que consider� importante y escribir lo que pensaba sobre su objeto de estudio. El texto de Freud narra en forma ordenada y meticulosa una secuencia de movimientos de la escultura, �como si se tratara de un fragmento de cinta cinematogr�fica proyectada al rev�s y en c�mara lenta�. [7]
De acuerdo con Teresa del Conde, la metodolog�a de El Mois�s de Miguel �ngel de Freud est� inspirada en
el cr�tico de arte Giovanni Morelli, y as� lo reconoci� el mismo Freud al decir que el m�todo del italiano estaba emparentado con la t�cnica del psicoan�lisis que, como es bien sabido, hurga en lo escondido y lo profundo. Morelli no se conformaba con la impresi�n general de la obra, sino que buscaba destacar el �valor caracter�stico de los detalles subordinados�, [8] la forma de las distintas partes del cuerpo. Freud hizo lo mismo para concluir con �una hip�tesis que constituye la esencia interpretativa del hecho objeto de su estudio; Mois�s no va a levantarse y a romper las tablas. Su impulso col�rico inicial ha sido controlado y por eso permanece sentado, domada su furia�. [9] Miguel �ngel esculpi� a Mois�s en una �actitud intemporal� (no en un momento hist�rico del �xodo) y pasado el tormento de la ira. La autora dice que un Freud escultor hubiera hecho la escultura de la misma manera.
En la parte final del libro, en �Visi�n en perspectiva�, Teresa del Conde escribe: �Hay que distinguir [�] la diferencia que existe entre la postura que �l [Freud] guarda ante el arte y los artistas y las posibilidades expl�citas e impl�citas del m�todo que cre�. Freud no se sinti� capacitado para involucrarse abiertamente con el �mbito de la est�tica, pero el psicoan�lisis posee las herramientas para elucidar muchos puntos que conciernen a las actividades creativas, sobre todo si se tiene en cuenta que se trata de un m�todo abierto�. [10] En efecto, si bien es cierto que no existe propiamente hablando una est�tica freudiana, s� existe un m�todo freudiano para abordar el fen�meno art�stico; un m�todo que, bien utilizado, es una herramienta importante para analizar las obras de arte, verdaderos �enigmas� para Freud. Para explicar, por lo menos en parte, el objeto art�stico y en general el proceso creativo, es necesario entender la funci�n de la libido, tanto en productores como en receptores; la creaci�n y la contemplaci�n art�sticas s�lo pueden cobrar sentido por la actividad ps�quica inconsciente.
De la lectura del libro cl�sico de Teresa del Conde, se puede concluir que el psicoan�lisis es un instrumento �til y valioso para enfrentarse a la producci�n visual, pero tiene sus limitaciones. Freudiana apasionada pero tambi�n freudiana cr�tica, Del Conde reconoce que Freud �atestigu� varias veces que el psicoan�lisis no era capaz por s� s�lo de explicar los significados a trav�s de los cuales trabaja el artista� y tambi�n que �el peso de los factores culturales, sociales e hist�ricos es determinante para el estudio de cualquier producto art�stico y [�] por tanto la visi�n psicoanal�tica, aplicada como herramienta �nica, resulta unilateral�. [11] Lo admirable es que a�n cuando la doctora reconoce que el m�todo psicoanal�tico es limitado para explicar enteramente el fen�meno art�stico, siempre se arriesg� en la interpretaci�n psicologista de los artistas y de las obras que le interesaban y que consideraba perfectamente abordables desde este enfoque, como lo hizo por ejemplo con Frida Kahlo. [12]
Pero no s�lo fue Frida. Son numerosos los textos que Teresa del Conde dedic� a la psicopatolog�a en el arte. En otro de sus libros: Arte y psique, incluye veinti�n ensayos, la mayor�a textos de conferencias o publicados previamente en diarios, revistas o cat�logos. [13] Es un libro sumamente rico en el que la doctora nos habla de surrealismo, discurso psicoanal�tico freudiano, locura, excentricismo, pero tambi�n de artistas de distintas �pocas y latitudes, varios de los cuales padecieron enfermedades mentales. La doctora afirma que la genialidad y la demencia han sido confundidas desde tiempos remotos, que se trata de un binomio que poco tiene que ver con la realidad. Cuestiona el mito de la tan mentada relaci�n entre el arte y la locura: cuando el deterioro mental es severo, el potencial creativo disminuye; s�lo en momentos de lucidez es posible la creaci�n. La enfermedad mental violenta la vida cotidiana, no solamente del enfermo sino de quienes le rodean. Pero si la inspiraci�n y el talento, combinados con la fortuna, se hacen presentes, es posible que una persona con esquizofrenia u otro trastorno mental, pueda expresar abiertamente su creatividad, bajo determinadas condiciones.
(Con este texto recuerdo y rindo homenaje a mi querida maestra, a la que llevo siempre en el coraz�n).
[6]�� Ibidem, p. 165.
[7]�� Ibidem, p. 167.
[8]�� Ibidem, p. 168.
[9]�� Ibidem, p. 170.
[10]� Ibidem, pp. 230-231.
[11]� Ibidem, p. 246.
[12]� V�ase Teresa del Conde, Frida Kahlo. La pintora y el mito, M�xico, Universidad Nacional Aut�noma de M�xico, 1992.
[13]� Teresa del Conde, Arte y psique, M�xico, Plaza y Jan�s, 2002.