Queda algo de cinismo, o tal vez mucho, cuando se toca el tema de la perspectiva de g�nero. Persiste aun la falta de compromiso y el tema choca con las convicciones m�s arraigadas de las personas, con sus dogmas, sus lealtades, su percepci�n del deber y de lo posible. Se�ala con toda raz�n Marcela Lagarde que los temas de g�nero todav�a irritan y desconciertan, pero tambi�n producen afirmaci�n, seguridad y abren caminos.
Tiene sentido afirmar que de tanto usar el t�rmino, la perspectiva de g�nero ha sido v�ctima de la burocratizaci�n. Demasiadas personas encargadas de implementar esta clase de perspectiva, creen que es posible sumarla a la concepci�n del mundo patriarcal y que no deben modificarse sus creencias, valores y principios. Tampoco es acertado suponer que la perspectiva de g�nero debe voltearlo todo, ponerlo de cabeza. Lo que s� torna evidente es la desigualdad real entre hombres y mujeres, y conduce necesariamente a descubrir lo negado o a contrariar el viejo orden simb�lico. Ese plano del que las mujeres nos afanamos por salir.
Al no comprender que la perspectiva de g�nero corresponde a un nuevo paradigma cultural, que implica redistribuir los poderes sociales, es posible la perseverancia de actitudes hasta bochornosas. En la m�s reciente cumbre de Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribe�os (CELAC), 29 hombres se dieron el lujo de aludir al g�nero frente a una sola mujer que, por cierto, no era Jefa de Estado sino canciller de Panam�, y quien tuvo los arrojos para hacerles notar la afrenta.
Hace unos d�as, en una reuni�n entre l�deres de distintos partidos se habl� insistentemente de paridad, de igualdad sustantiva y de la obligaci�n del Estado para impulsar el liderazgo femenino. Sin embargo, no hab�a ninguna mujer presente. De nueva cuenta en la C�mara de Diputados se hace notoria la desigualdad en cifras: de las 46 comisiones que se integran, las mujeres no alcanzan a presidir el 50%.
Y es que entre las personas que hoy hacen trabajo con perspectiva de g�nero, se encuentran miles que no se suman a los esfuerzos por eliminar la opresi�n gen�rica. Les ha tocado desempe�ar una labor no elegida. No tienen la convicci�n ni la necesidad vital de identificarse con el agravio de las mujeres. Su trabajo solo es institucional y reproducen en �l un tratamiento machista y mis�gino. Hostilizan a las personas realmente comprometidas y frustran sus esfuerzos o se oponen directamente. Hay demasiado oportunismo en el discurso de g�nero.
Muchas distorsiones provienen de la perspectiva de g�nero y limitarla a las mujeres exige una complicada transacci�n encubierta. Por esa raz�n, personas, grupos e instituciones que asumen posturas hostiles y que no se identifican con el feminismo, son capaces de adoptar con cinismo e hipocres�a formas, en apariencia, convenientes con la perspectiva de g�nero. Est�n dispuestas a no conectar con las luchas espec�ficas de las mujeres en �mbitos ajenos al suyo y no sentirse convocados por reivindicaciones y causas feministas. Lo suyo es la ret�rica y no se percatan de que esa actitud es incoherente con el cobijo del g�nero.
Pero a pesar de todos los tropiezos, la perspectiva de g�nero avanza, se difunde y expande. Con cinismo o sin �l, con desfachatez o sin ella, las mujeres est�n decididas, como g�nero, a ejercer su derecho de intervenir en el sentido del mundo y en la configuraci�n democr�tica del orden social.
Consejera Electoral, Patricia Lozano