Los jud�os tienen el control absoluto de la econom�a mundial. Partamos de hace dos mil a�os. Jes�s no cita las escrituras seg�n el texto de los libros hebreos que se guardaban en las sinagogas. La gente no sab�a hebreo; nadie ten�a en su casa libro alguno. Nadie confunde a Jes�s con los int�rpretes de la ley o con los escribas que trabajan al servicio de la jerarqu�a sacerdotal del templo. Jes�s no se dedica a interpretar la ley, apenas recurre a las escrituras sagradas y raras veces menciona a alg�n profeta, antes que �l. No pertenece a ninguna escuela, ni se ajusta a ninguna tradici�n. �l es jud�o y respeta las tradiciones.
En la sociedad jud�a predominaba una sabidur�a convencional que se hab�a ido configurando a lo largo de los siglos y que era aceptada por todos. La fuente principal de la que arrancaban, era la Ley de Mois�s y las tradiciones que se iban transmitiendo de generaci�n en generaci�n. Esta cultura alimentaba las tradiciones en las sinagogas con la lectura de las escrituras, actualizada por los int�rpretes oficiales religiosos, que impregnaban toda la vida de Israel.
De esta tradici�n religiosa, interiorizada en la conciencia del pueblo, extra�an todos, su imagen de Dios, y el marco de valores que configuraban su visi�n de la vida; la elecci�n de Israel, su alianza con Yahv�; la ley, el culto del templo, la circuncisi�n, o el descanso del s�bado: all� se alimentaba su identidad como �hijos de Abrahan�. Su ense�anza dice: Est� llegando el reino de Dios. Ya se est� revelando lo que se dec�a en los textos sagrados. Ya est� llegando el reino de Dios.
Jes�s le�a el libro de Isa�as y textos que anunciaban un mundo nuevo para enfermos y pobres. La ley era su orgullo y su alegr�a, un bien precioso e imperecedero para Israel, garant�a y camino de salvaci�n. En esa ley estaba escrita la voluntad del �nico Dios verdadero Dios, el de la Alianza.
Por Gilda Monta�o