Dentro del Consejo Estatal de Poblaci�n del Estado de M�xico que yo manej� durante cuatro a�os, –y que dej� como el mejor de la Rep�blica Mexicana, gracias a todos quienes all� est�bamos–, exist�an nueve subprogramas. Dentro de los m�s importantes estaban: el Programa de la Mujer, el Programa de los Ind�genas y el Programa de Planificaci�n Familiar, entre otros. Tambi�n dej� el Programa de Poblaci�n del Estado m�s poblado del pa�s. Bajamos la tasa de natalidad de 2.9 a 2.2. Se dice muy r�pido, pero trabajamos much�simo. Esto que escribo abajo, es parte de lo investigado dentro de este Consejo Estatal.
S� que nadie cruza nuestro camino por casualidad. El hecho de que en este momento estemos reunidas muchos grupos de mujeres, y con la gente que queremos y nos quiere, es simplemente una nueva aventura de nuestro vivir. Cosas van y cosas llegan de sopet�n y sin previo aviso. El hecho de enfrenarlas, abordarlas, solucionarlas, de resistirlas: mirar para frente y nunca para atr�s, ni para tomar vuelo: nos hace diferentes. No cabe duda de que somos seres extraordinarios.
Esto nos provoca tomar este tiempo de vida, una actitud responsable, comprometida, solidaria, arropadora, transigente, comprensiva, complaciente, deliberada, de saber que al estar juntas con alguien que nos necesita, estamos m�s que unidas. Porque somos mucho m�s que dos�
Juntas comprendemos que los problemas de la mujer en M�xico son muy complejos puesto que en ellos intervienen una variedad de factores econ�micos, fisiol�gicos, psicol�gicos, generacionales, culturales, pol�ticos y sociales en los que es necesario profundizar. Estos factores pueden entrecruzarse, converger en un momento dado, o aparecer, aparentemente separados algunas veces.
Para comprender este espectro de factores, es forzoso partir del origen de la subordinaci�n y opresi�n femenina. Con la instauraci�n de la familia monog�mica se da una primera divisi�n social-sexual del trabajo y no natural, como valoraci�n y jerarquizaci�n diferente y espec�fica.
Es en esta familia monog�mica donde la expropiaci�n del cuerpo de la mujer y la definici�n de ella como propiedad privada del hombre, determinar�n el lugar que la mujer va a ocupar en la sociedad. As� la mujer juega un papel fundamental en la reproducci�n del sistema: no s�lo reproduce a trav�s de la maternidad la fuerza de trabajo que la sociedad necesita para funcionar, sino que, por medio del trabajo dom�stico espec�ficamente, reproduce y repone cotidianamente la capacidad de la fuerza de trabajo.
Es en este continuo proceso hist�rico, donde la mujer desarrolla un rol determinante en la reproducci�n; se fomenta la adaptaci�n de hombres y mujeres al sistema por medio del desempe�o de papeles sexuales, definidos socialmente de acuerdo a un sistema de valores adquiridos, transmitidos por conducto de la familia, de la escuela, la iglesia, entre otros.
La ideolog�a, al pertenecer a los intereses de la clase dominante, determina dentro de la estructura familiar la vida de la mujer en funci�n de los hijos y del marido, aisl�ndola del mundo exterior, hasta un poco antes de iniciarse la actual crisis econ�mica.
De m�ltiples maneras se ha afirmado que la primera gran divisi�n �natural� del trabajo se dio porque exist�an condiciones naturales como la menstruaci�n, el quedar encinta, parir y amamantar; es decir, que todas las fases de la historia evolutiva de la mujer pasan por modificaciones y alteraciones de su cuerpo que la sujetan s�lidamente a su naturaleza.
De esta manera, la sociedad y la cultura han inferido que lo concerniente a la mujer, es exclusivamente lo relacionado con la naturaleza, justific�ndose as� la opresi�n y la inhibici�n del desarrollo de la mujer en otros �mbitos que no sean el familiar. La condici�n femenina se presenta como una limitante, donde las caracter�sticas biol�gicas de la mujer se destinan como funciones propias, que hist�ricamente la sociedad ha considerado �tiles, desvalorizando otros roles y actividades.
Asimismo, desde el nacimiento se emite un mensaje social que se recibe de la siguiente manera: el papel que se desempe�ar� en la sociedad, es el de esposa, madre, ama de casa; y sus actitudes y conductas consecuentes como son la sumisi�n, pasividad, dependencia, debilidad, emotividad, entre otros.
Dentro de este patr�n de conducta, la sexualidad de la mujer se reprime en funci�n de la reproducci�n y surge una imposici�n m�s: el �instinto maternal�. Para esto, se ha construido un discurso ideol�gico que mantiene a la mujer alejada de su propio cuerpo, de su conocimiento, de su placer, es decir, del libre y consciente ejercicio de su sexualidad.
(Continuar�)
GILDA MONTA�O
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