No son pocas las mexicanas que nacen, viven y mueren dentro de la perspectiva de una desnutrici�n cr�nica, herencia de siglos de una dieta insuficiente; una encuesta, encontr� a una cuarta parte de la poblaci�n de este pa�s, en estas circunstancias alimenticias que suman en cifras a 18.4 millones de individuos. Las implicaciones son obvias: un bajo nivel de actividad; propensi�n a todo tipo de enfermedades; dificultades para la concentraci�n durante el proceso formal de educaci�n; altos niveles de mortalidad infantil; baja expectativa de vida.
La doble jornada de trabajo se hace patente. Tambi�n la falta de escolaridad, ya que las madres prefieren que la adolescente se quede en casa a ayudar, algunas veces inclusive sustituy�ndola en las labores dom�sticas. De ni�a muchas veces es dejada en su casa encerrada, con la comida m�s elemental. El descuido es entonces patente en cada una de ellas, proceso que repiten por generaciones. De ellas a sus hijos, y as� sucesivamente.
Para las mujeres la desnutrici�n es a�n m�s dram�tica, tanto debido a la condici�n b�sica de ellas mismas, como el efecto de su consecuencia en las vidas de los ni�os que ellas paren tan prol�ficamente. Aunque el ritmo de crecimiento poblaciones ha decrecido en estos �ltimos veinte a�os, en 1995 el Estado de M�xico� era el m�s poblado del pa�s, con aproximadamente 11.7 millones de habitantes; es decir 12.7% de la poblaci�n total de la Rep�blica Mexicana. El Consejo Estatal de Poblaci�n estim� para 1999, 12.7 millones de habitantes; lo que representa el 13.06% de la poblaci�n nacional. Hasta 1995, la tasa media anual de crecimiento fue del 2.6% superior a la registrada a escala nacional. De mantenerse ese ritmo, la poblaci�n se duplicar� en tan s�lo 25 a�os, lo que se traducir�a en una mayor demanda de recursos humanos, naturales, f�sicos y econ�micos.
Por otro lado, al enfrentarse a situaciones sociales m�s dif�ciles, como la agresi�n, la falta de aplicaci�n de las leyes, la amoralidad (recu�rdese que muchas habitan en una gran promiscuidad con su familia, por vivir en un solo cuarto), la religi�n que no ejercitan constantemente, pero que les frena como mujeres y las hace depender m�s de su familia y de sus compa�eros, que de ellas misma; en fin, toda esta gama de situaciones que d�a a d�a las obstaculiza m�s y las hace ser �abnegadas, dependientes y sufridas�. Mujeres� al fin y al cabo mexiquenses. Ellas, como el resto de las mujeres en nuestro pa�s, se enfrentan a una serie de procesos socio-econ�micos que le confieren una situaci�n de marginaci�n y desventaja, frente al var�n y frente a una grave, grav�sima pobreza extrema.
Es por esto, que nos hemos dado a la tarea de desglosar grosso-modo, los distintos problemas que nos parecieron los m�s significativos. Como nuestro �mbito de estudio ser� el de la salud reproductiva en el �rea de planificaci�n familiar, nos hemos permitido hacer �nfasis en �ste.
A pesar de que la maternidad ha sido considerada como el papel fundamental de mujer en la sociedad, se presenta una contradicci�n real, ya que por un lado es altamente valorada, sin embargo, no cuenta con los servicios m�dicos asistenciales adecuados. El control de su propio cuerpo no es tema, ni siquiera para pensarse. El hecho de tomar pastillas anticonceptivas, de inyectarse hormonales o de querer seguir un ritmo, la hacen despreciable a los ojos de su marido. Ella es un objeto de la casa que tiene como obligaci�n engendrar hijos. Sin embargo, si se le pudiera dar el conocimiento adecuado a cada una, como lo estipula la Constituci�n de nuestro pa�s, y la Ley General de Poblaci�n del mismo, la mujer tendr�a m�s elementos para contrarrestar el �no conocimiento- de su propio cuerpo y el absoluto dominio del mismo, haciendo de �ste un templo en donde decidir�a de manera responsable, el n�mero de hijos que puede y debe tener.
POR GILDA MONTA�O