Con flores y cantos, aromas suaves y palabras tiernas, el homenaje p�stumo organizado por la Secretar�a de Cultura devino en un solemne acompa�amiento.�
Miguel Le�n-Portilla contaba que M�xico era su estrella, porque le vio nacer y le ver�a morir. En forma de bandera, esta madre amorosa lo arrop� sobre el ata�d que le sirvi� de �ltima morada; el�tlamatini�concluy� su andar en esta tierra consciente de lo que �l mismo expres�:�As� somos, entregamos la carga de los destinos y de los d�as a quienes vienen detr�s de nosotros. Esos otros, conocidos y an�nimos, pero todos cercanos, acudieron en cientos a despedirlo este d�a en el Palacio de Bellas Artes.
Con la Marcha Dragona de fondo, el cuerpo del gran fil�sofo e historiador cruz� el umbral del recinto de m�rmol. Con flores y cantos, aromas suaves y palabras doloridas y tiernas, el homenaje p�stumo organizado por la Secretar�a de Cultura y la Universidad Nacional Aut�noma de M�xico (UNAM), devino en un solemne acompa�amiento que se extendi� por m�s de dos horas, hasta que el maestro dej� el lugar en medio de aplausos, �goyas� y coloridas flores de papel.
En representaci�n del presidente Andr�s Manuel L�pez Obrador, la doctora Beatriz Guti�rrez M�ller, quien preside el Consejo Honorario de la Coordinaci�n de Memoria Hist�rica y Cultural de M�xico, dio el p�same a Ascenci�n Hern�ndez Trivi�o, �Chonita�, viuda de Le�n-Portilla. Ambas, seguidas de la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, y el rector de la UNAM, el doctor Enrique Graue Wiechers, formaron la primera guardia de honor.
Una mirada curiosa
Frausto destac� que en Le�n-Portilla se advert�a la mirada curiosa de un ni�o, de un joven alumno, �quien con un trato siempre accesible supo acercarnos mundos tan lejanos, tendiendo puentes desde lo m�s ancestral para que resonaran en la actualidad como parte de nuestras vidas.