El�lunes de esta semana, una noticia gener� bastante inter�s no solo en el ambiente pol�tico�sino pr�cticamente en el�escenario social.��
La agresi�n que sufri� la reci�n electa alcaldesa por �lvaro Obreg�n, L�a Lim�n.�
Ella, junto con algunos otros alcaldes electos de la Ciudad de M�xico,�se dirig�an por la ma�ana al Congreso�capitalino�a protestar sobre algunas reformas,�que en ese�recinto legislativo se llevaban a cabo, cuando fueron contenidos por polic�as, que en�el contexto de las protestas, y los jaloneos, la alcaldesa electa Lim�n result� lesionada.�
Este hecho ha tra�do diversos posicionamientos, algunos de ellos que tildan el evento como un ataque de la Jefa de Gobierno por ser L�a Lim�n de un partido distinto;�otros que ven como un acto de �provocaci�n��la presencia en este edificio�por parte de�la�alcaldesa electa;�y otros, que ven como un acto represivo�el actuar de la polic�a.�
La realidad es que estamos ante un evento que si merece mayor profundidad en el an�lisis.�
Que una alcalde electa acuda al Congreso de la Ciudad de M�xico�es un acto que no tiene absolutamente nada de�irregular o cuestionable.��
Que una alcalde electa acuda al reciento legislativo de la capital del pa�s, y se manifieste, tampoco tienen nada de extra�o o indebido.�
Que una�alcalde electa se manifieste a las afueras de un edificio p�blico que alberga la soberan�a�capitalina, tampoco es un acto prohibido por nuestras leyes.�
Es m�s, lo mismo que hizo esta alcaldesa lo podemos hacer usted y yo y tampoco ser�a un acto reprochable, prohibido o�indebido.�
La realidad es que la din�mica del ejercicio del poder, nos ha llevado a�que este sea poco�cuestionable,�duro y que�adem�s�se represente por medio de la fuerza p�blica�como s�mbolo de vigencia.�
Un congresista�o alcalde,�representan precisamente�al pueblo y por ello en sus funciones se ven reflejados los intereses de sus electores.��
Lo anterior bajo un esquema democr�tico m�nimo,�que permite�ser un contrapeso del poder en turno, no por solo la critica o la descalificaci�n, sino porque solo as� es posible la�construcci�n de�soluciones a partir de los consensos�y claro, el debate.�
La verdad es que la tradici�n pol�tica en M�xico, y creo yo, en la mayor parte de Latinoam�rica, deriva del autoritarismo que poco o nada est�n acostumbrados a estos contrapesos.�
Contrapesos que permiten a un legislador o funcionario de oposici�n�encarar al poder en turno,�debatir y confrontar sus ideas�pol�ticas.�
No hay mayor da�o a la democracia que el autoritarismo sin duda. Pero aun mas da�ino es�vivir bajo la �apariencia� de la libertad de opini�n y expresi�n pol�tica,�que solo puede ser fruto del ejercicio de�reales contrapesos.�
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Dr.�Octavio Mart�nez Camacho�
Abogado Penalista Socio del Despacho HMSC.�
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