INTEGRACIÓN DE LAS PERSONAS ADULTAS MAYORES A LA VIDA PRODUCTIVA
Difícilmente dentro de nuestro entorno habremos escuchado en algún momento la palabra “edadismo”, sin embargo, pese a lo extraño que puede resultar la palabra es un tema que ronda nuestro alrededor más constante de lo que imaginamos; la Organización Mundial de la Salud lo define como “los estereotipos, prejuicios y discriminación con respecto a los demás o a nosotros mismos por razón de la edad”.
Esta definición salta a la vista y se relaciona con lo que observamos dentro de la “Proyección de la población de México y de las Entidades Federativas, 2016-2050”, realizado por el Consejo Nacional de Población (CONAPO), dónde se calcula que durante 2024 existirán 16 millones 421 mil 678 mexicanas y mexicanos mayores de 60 años; para los cuales las oportunidades laborales parecen escasas y complicadas de alcanzar.
Al llevar a cabo una revisión de las cifras generadas dentro del mercado laboral nacional se confirman las limitaciones en el acceso al empleo formal que las personas de la tercera edad enfrentan. A mayor edad, la tasa de informalidad crece; tan sólo durante el último trimestre de 2023, el 76.4 por ciento de las personas mayores de 65 años se ocupó en el sector informal, esto es 21.7 puntos porcentuales por arriba del promedio.
Frente a este fenómeno económico y laboral es necesario que México, su ciudadanía y sus autoridades nos preparemos ante el inevitable cambio generacional que se avecina en los próximos años. El descenso de la fecundidad y la mortalidad a partir de la implementación de políticas públicas en materia de planificación familiar, salud y educación, han modificado la estructura por edad y al observar las pirámides de población, se podrá hacer notorio que la base piramidal se hace más angosta y existe una mayor proporción de personas adultas mayores.
Hoy, nuestro país cuenta con un importante bono demográfico que se caracteriza por una mayor proporción de personas en edades productivas (de 15 a 64 años), respecto a la población dependiente (niños de 0 a 14 años y personas adultas mayores de 65 años y más) y que debe ser aprovechado de la mejor forma posible para el futuro de toda la sociedad.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), tiene proyectado que, a partir de 2030, nuestro país comenzará a experimentar un proceso de envejecimiento demográfico. Y en la actualidad es notorio que no estamos preparados para dar paso a una etapa en la que se requerirán de mayores oportunidades y espacios de trabajo para las personas adultas mayores.
Actualmente estamos a buen tiempo de tomar medidas, implementar acciones y generar un esquema de integración laboral para que el grueso de la población, a partir de 2030, pueda ser integrada en puestos de trabajo estables y con las mejores condiciones.
De acuerdo con el informe La Silver Economy de la Comisión Europea, si las personas mayores se constituyen como un solo país, podrían ser considerados como la tercera economía más grande del mundo, sólo por detrás de Estados Unidos y China. Trabajar en la erradicación de estereotipos ligados con la edad como la falta de habilidad de las personas mayores en el manejo de la tecnología, poca disposición por trabajar con personas más jóvenes, entre otros prejuicios, favorecerá la integración de las personas mayores de 60 años en un entorno de trabajo estable y con las mejores condiciones para su desarrollo personal y profesional.
H Grupo Editorial