Antonio Espinoza
El Estado que emergi� de la Revoluci�n Mexicana no fue un Estado democr�tico (aunque s� cont� con un programa de reformas sociales), sino un Estado autoritario, paternalista y populista, con un presidente omnipotente y un partido hegem�nico, que impuls� durante varias d�cadas un movimiento nacionalista que tuvo repercusiones en pr�cticamente todos los �mbitos de la sociedad mexicana. Los tent�culos del Estado mexicano posrevolucionario eran enormes y atrapaba lo que quisiera. As�, fue cooptando poco a poco a los intelectuales para que pusieran su talento al servicio de la patria y formaran parte del nuevo proyecto de naci�n. Artistas pl�sticos, escritores, m�sicos, periodistas y otros grupos culturales, aceptaron la oferta del nuevo r�gimen para dar forma a una cultura oficial patrocinada por el Estado.
El muralismo fue el producto m�s acabado y trascendental del nacionalismo art�stico. La aventura muralista inici� en 1921, cuando Jos� Vasconcelos tom� posesi�n como secretario de Educaci�n del gobierno de �lvaro Obreg�n. Al asumir el cargo, el ministro se�al�: �Organicemos entonces el ej�rcito de los educadores que sustituya al ej�rcito de los destructores� (Enrique Florescano, Historia de las historias de la naci�n mexicana, M�xico, Taurus, 2002, p. 402). Muy pronto, convoc� a los pintores mexicanos a crear un arte espiritualista, un arte nuevo que revelara los valores que la Revoluci�n hab�a liberado, enterrando para siempre el positivismo que hab�a sido la ideolog�a oficial del r�gimen porfirista. El ministro cedi� los muros de instituciones p�blicas a los artistas para que se dieran a la tarea de crear el arte de la raza c�smica. Los artistas aceptaron la oferta, empezaron a trabajar, pero poco a poco fueron abandonando el evangelio vasconcelista para adentrarse en la realidad pol�tico-social de M�xico. Muchos de ellos concibieron al movimiento muralista como una guerra ideol�gica que requer�a alegor�as y f�bulas grandilocuentes, visiones heroicas de la historia nacional y promesas de redenci�n para los despose�dos.
M�xico fue el tema central del muralismo. Los muralistas expresaron en im�genes coloridas los
momentos decisivos de la historia nacional: exaltaron a los �h�roes�, condenaron a los �villanos� y vieron en la Revoluci�n un movimiento de emancipaci�n social. El muralismo fue un movimiento pict�rico que se impuso la tarea de popularizar la interpretaci�n del pasado que se hab�a elaborado en el siglo XIX en la obra magna coordinada por Vicente Riva Palacio: M�xico a trav�s de los siglos (1884-1889), y posteriormente en la Evoluci�n pol�tica del pueblo mexicano (1900-1902) de Justo Sierra. En general, los muralistas aceptaron y reprodujeron las etapas hist�ricas consagradas en ambas obras: �poca prehisp�nica, periodo colonial, Independencia y Reforma, hasta llegar a la gesta revolucionaria de 1910 (ib�dem, pp. 403-404). Pero los pintores no s�lo recrearon los grandes acontecimientos hist�ricos del pa�s, tambi�n abordaron temas vinculados con lo que cre�an que deb�a ser la �esencia� del ser nacional: las costumbres, las fiestas religiosas, los mitos, los ritos, los paisajes, las tradiciones populares.
� Jos� Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, fueron las figuras tutelares del movimiento muralista: los Tres Grandes. Orozco fue un esp�ritu esc�ptico que tom� distancia respecto de dogmas y sistemas y nos dio una visi�n de la historia distinta a la de los otros muralistas. El pintor jalisciense vio en la historia una cat�strofe que acumula sin cesar ruina sobre ruina. No crey� en la revoluci�n proletaria ni en el advenimiento fatal de la sociedad comunista. Crey�, por el contrario, en el destino tr�gico del hombre. Fue el cronista del dolor y la miseria del ser humano. En su obra desfilan seres cadav�ricos, hombres desesperados y explotados, prostitutas, verdugos y v�ctimas de todos los tiempos: la tragedia humana en su m�xima expresi�n. Orozco ve�a en la historia: �una corriente subterr�nea de sangre. Sus figuras deformes y sus objetos aguerridos nos llevan a un mundo paranoico, donde la mutua destrucci�n de las cosas es argumento est�tico [�] Las maderas contra los hombres, los trenes contra los montes, los planos contra los picos, Orozco inventaba infiernos en unos cuantos cent�metros cuadrados� (Renato Gonz�lez Mello, Orozco, �pintor revolucionario?, M�xico, UNAM/IIE, 1995, pp. 87-88).
A diferencia de Orozco, Rivera, Siqueiros y otros muralistas menores hicieron suyas las tesis marxistas, concibiendo un futuro luminoso para M�xico y para toda la humanidad a trav�s de la lucha de clases (motor de la historia) que desembocar�a en el socialismo. Exaltaron la historia con sus h�roes y m�rtires, idealizaron la revoluci�n y alentaron el triunfo de los despose�dos. Si en la visi�n vasconcelista el muralismo era un proyecto regenerador de la sociedad, destinado a crear conciencia de los valores patrios entre las masas, para los pintores comunistas era mucho m�s que eso. Los murales ten�an que denunciar la explotaci�n del hombre por el hombre y revelar la verdad absoluta de la dial�ctica materialista: la sociedad sin clases del futuro. El mensaje art�stico y pol�tico del muralismo fue tan poderoso que tuvo repercusiones m�s all� de nuestras fronteras, en Estados Unidos y en varios pa�ses latinoamericanos (V�ase Shifra M. Goldman, Perspectivas art�sticas del Continente Americano. Arte y cambio social en Am�rica Latina y Estados Unidos en el siglo XX, M�xico, UACM/CENIDIAP/INBA/CNA, 2008, pp. 161-183).
Patrocinado por el Estado mexicano, el muralismo nos leg� una imagen falsa de M�xico: una versi�n maniquea de nuestra historia, centrada en la lucha de clases, en el enfrentamiento entre el pueblo trabajador y sus explotadores. Fue un arte p�blico supuestamente destinado a imbuir de esp�ritu revolucionario a las grandes masas proletarias con el fin de provocar un cambio. Lo que uno se pregunta es si este arte monumental pudo ser conocido, entendido y asimilado por los sectores a los que iba dirigido. La clase obrera, clase revolucionaria per se en el marxismo, �vio los murales y asimil� su mensaje? La clase obrera, heredera del futuro en el marxismo, �entendi� el mensaje de los murales y acept� su responsabilidad hist�rica de transformar el mundo? Ciertamente, no. Fue el mismo Orozco quien cuestion�, con iron�a, el contenido del muralismo: �El arte proletario consist�a en pinturas que representaban obreros trabajando y que se supon�an destinados a los obreros. Pero eso fue un error, porque a un obrero que ha trabajado ocho horas en el taller no le resulta agradable volver a encontrar en su casa obreros trabajando, sino algo diferente que no tenga que ver con el trabajo y que le sirva de descanso. Pero lo m�s gracioso fue que el arte proletario fue comprado a muy buenos precios por los burgueses, contra los cuales se supon�a que iba dirigido� (Jos� Clemente Orozco, Autobiograf�a, M�xico, SEP, 1983, p. 67).