Hay quienes siguen declarando y haciendo propuestas para hacer eco del oscuro capricho desde el palacio de eliminar a los legisladores de representación proporcional (RP) teniendo en general como únicos argumentos: 1) que “son muchos legisladores” y 2) que “cuestan mucho y por razones de austeridad hay que eliminarlos”.
Más de 100 “propuestas” se han presentado en estos y otros sentidos. De estas, sorprenden algunas como la de sustituir la actual lista de plurinominales por una basada en el principio de prelación, garrafal error por ignorancia o quizá por perversidad, ya que dicho principio tiene que ver con la equidad de género en la integración del Congreso, no con la representación proporcional en la misma (hay jurisprudencia electoral al respecto).
Otra “genial” ocurrencia de las muchas que se han planteado, es la de disminuir a la mitad los diputados de RP pero imponerles el requisito de ya haber desempeñado un cargo público de elección popular, lo cual además de afianzar la reelección de legisladores, es a todas luces inconstitucional al lesionar el derecho fundamental de todo ciudadano a votar y ser votado.
Afirmar de manera populista que hay que acabar con los legisladores plurinominales porque “son demasiados” es absolutamente falso y abusivo de la ignorancia de un sector importante de la ciudadanía sobre el tema. En las democracias más sólidas (Reino Unido, Alemania, Francia, solo por mencionar algunos) los congresos se integran de forma proporcional al número de electores y prácticamente en todas ellas el número de legisladores por cada 10 mil ciudadanos es considerablemente mayor que en México e incluso va creciendo conforme el padrón lo hace.
Parte del lado oscuro de la “propuesta” es la pretensión de extinguir la figura de la representación proporcional, que curiosamente fue, aunque más moderada, la misma que la que Enrique Peña propusiera sin éxito en las elecciones intermedias de 2015. Lo que hay detrás de esta “inquietud” es precisamente lo que había antes de su establecimiento: acaparar poder; construir mayorías absolutas y calificadas para pasar reformas legales y constitucionales a placer; anular la fuerza de sus opositores en el Congreso y con ello quitarle voz y representación a quien no votó por los ganadores. Basta hacer un ejercicio aritmético de cuantos legisladores tendría el Morena sin representación proporcional y cuantos tiene actualmente.
Además, ninguna reforma electoral se hace desde el poder, y menos en las vísperas de una elección presidencial y mucho menos sin convocar a partidos, especialistas y ciudadanía para exponer, escuchar y tener en cuenta sus opiniones y propuestas.
Eliminar la RP implicaría un retroceso de al menos 50 años de nuestro sistema democrático; provocaría un perjudicial desequilibrio entre la ocupación de curules y escaños, dejando de reflejar lo que pasó realmente en las urnas, cuestión que es precisamente lo que ha buscado logrado evitar y resolver, desde que se adoptó, la figura de la representación proporcional.
Si queremos mejores diputados, busquemos nuevas fórmulas, modernicemos normas y procedimientos donde a quienes se escoja sean buenos parlamentarios y no gestores u operadores al único servicio de quien los puso en las listas; pero reducir o eliminar a los legisladores de RP no hará sino agravar el problema.
No se puede avanzar yendo hacia atrás o mirando por el retrovisor, cayendo en la tentación de regresar a las épocas cuando el presidente y su partido hegemónico tenían el control total del Poder Legislativo.
Por Jose Ramon Gonzalez Chavez