El tema de la seguridad, o mejor dicho, de la inseguridad, está ahora en primer lugar de las prioridades del gobierno federal, o por lo menos en el discurso.
El presidente López Obrador decía al inicio del gobierno y hasta hace muy poco estar convencido de que su visión –que es una forma diferente de abordar el problema- era la adecuada y esa le dictaba que lo primero era abatir la corrupción, lo segundo era la equidad y lo tercero la seguridad.Además, consideraba que este último tema es consecuencia de los dos primeros, de manera que no hay que atenderlo de manera frontal.Aseguraba que la estrategia de usar sólo la fuerza en contra del fenómeno de la violencia no funcionó y por eso ahora él buscaba atender primero corrupción y equidad, lo que de manera automática abonaría a resolver la inseguridad.Ese fue el discurso hasta hace poco, hasta insistía en que su gobierno ha conseguido frenar la escalada en la comisión de homicidios.
Más allá de si las cifras del presidente son o no las correctas y de si las maquilla o las desconoce, preocupa que la realidad no ha sido el centro de su campaña.Y es que todas las encuestas, estudios y estadísticas, incluidas las de Inegi, que son oficiales, señalan que la principal preocupación de los ciudadanos es la inseguridad, que según las mismas cifras oficiales, no es cosa de percepción, sino de realidad.La pregunta central es ¿por qué no dar la batalla contra la inseguridad al mismos tiempo que contra la corrupción?En este contexto, es muy evidente que el presidente atendió con ahínco el foco de su campaña, no el del interés superior de la sociedad.Mientras tanto, los homicidios se suman todos los días, junto con extorsiones, secuestros, desapariciones, trata de personas y más. Los que ponen las víctimas son los ciudadanos.Ahora la historia es distinta, porque conviene a sus intereses darle prioridad a la inseguridad y la violencia, para conseguir su objetivo de militarización del país. No importan las instituciones que dañe, solo cumplir con sus planes personales.