Deudas
Ayer instalaron en el centro de la capital mexiquense tendederos para exhibir a deudores alimentarios un grupo de organizaciones dedicadas a las defensa de los derechos de las mujeres y las familias.
La idea era exhibir la falta de atención real a este problema, que es otra forma de abuso y que afecta a los hijos directamente. Las cifras son alarmantes, 3 de cada 4 hijos de padres divorciados son abandonados por sus progenitores.
Estamos por iniciar un gobierno estatal encabezado por una mujer, además de izquierda, con Delfina Gómez al frente.
Ella y su equipo tendrán la oportunidad de fortalecer el trabajo en materia de combate a la violencia contra las mujeres, gracias a los recursos que le destinan al estado a través de las alertas de género. Sin embargo, estos recursos no son nuevos y de todos modos no todos lo aprovecharon anteriormente.
Se requiere de mayor esfuerzo por parte de los municipios para atender este problema, que es una triste realidad en el Estado de México que en muchos casos termina en feminicidios, pero hay otras repercusiones que son también graves que no refleja la estadística, como mujeres que no consiguen un desarrollo, libertad ni mucho menos felicidad, hijos que crecen en un ambiente hostil y reproducen el patrón.
Las mujeres tienen el mismo derecho que los hombres de aspirar a una vida plena, feliz, productiva y libre, mientras que todos los gobiernos tienen la obligación de proteger esas garantías y en muchos sentidos, en el Estado de México, eso falla. Esa es la realidad.
Los diputados se esforzaron en la legislatura anterior por garantizar en la ley que las alcaldías hicieran lo que les corresponde, pero mientras las instancias de ese nivel de gobierno no tengan verdadera voluntad para resolver el problema, no habrá leyes que valgan ni avance real.
Las cifras son claras, en nuestra entidad la violencia contra la mujeres es abrumadoramente mayor en los hogares que en las calles. El enemigo, en la mayoría de los casos, está en casa, o en el seno de las familias y es esa la razón de que sea más difícil combatirlo.
Por eso no deben escatimarse esfuerzos, desde el punto de vista institucional, pero también desde la sociedad.
Mientras seguimos en la lucha contra la impunidad y la indiferencia de algunos integrantes de las instituciones, hay que encontrar vías para conseguir una verdadera transformación social.
Hay que entender que no se trata de salvar a las mujeres, sino a la sociedad en su conjunto.
Martha González Aguilera