Baja participación
Las manifestaciones feministas, como el feminismo y las mujeres mismas, tienen tantos posibles enfoques como espectadores e interlocutores. No son una sola verdad vertida en una palabra, sino un crisol de exigencias, dolores, angustias y miedos fusionados en un grito por una causa única que busca justicia.
Lo único incuestionable es que la violencia contra las mujeres no hace más que crecer, en todas sus horribles formas y con todos sus monstruosos rostros.
El extremo peor es el feminicidio, que en los años recientes tiene al Estado de México en los primeros lugares de su lista, y eso que solo hablamos de los casos de los que tenemos registro oficial, porque la cifra negra puede ser hasta cuatro veces mayor. En contraste, logramos en territorio mexiquense 52 sentencias por ese delito.
Así de inequitativa es la realidad que enfrentan las mujeres, que se extiende y reproduce en un abanico interminable de formas de lastimar. Lo peor: el enemigo está en casa. La abrumadora mayoría de casos, incluso de los que crecen hasta matar, ocurren a manos de hombres cercanos, léase maridos, novios, amantes, ex, padres, hermanos, primos, tíos, amigos y vecinos.
Así pues, frente a esta locura que cuesta la vida de 10 mujeres a diario en este país, en el que el presidente López Obrador se da el lujo de minimizar las manifestaciones contra este horror para defender la candidatura de uno de sus hombres cercanos con el patético argumento de los conservadores enemigos de su gobierno, ¿de verdad nos concentramos en poner vallas y proteger muros?
La policía estatal y municipal las resguardó a su paso por las calles de Toluca y no intervinieron para frenar acción alguna de las manifestantes, por el contrario, hubo acompañamiento, a pesar de que esta vez estaba bastante disminuida la participación y considerablemente más agresivas las participantes.
Solo uno de los grupos feministas que tradicionalmente asisten lo hicieron este año, el resto se fueron a la Ciudad de México. ¿Cuál sería la razón?
Martha González Aguilera