Guerra postergada, mientras la inseguridad crece
Todos los frentes se alistan para la segunda parte de la gran batalla en torno a la Guardia Nacional, luego de la gran confronta que terminó de sacar de quicio al presidente Andrés Manuel López Obrador.
El mandatario federal insiste en convertir este organismo en uno militar, que sea absorbido por el Ejército, pero la oposición insiste en que no lo va a permitir, y para eso necesitan ganar escaños en las cámaras en las elecciones del año que viene. No es solo este proyecto el que necesitan frenar.
El problema es que el mandatario federal, obcecado como es, convertirá este asunto en personal. Ya puso en riesgo el proyecto policial de su sexenio, en perjuicio de los mexicanos, de los agentes de la corporación y de la seguridad del país.
En el 2019 el presidente encabezó la ceremonia en la que dio el “banderazo de salida” a la Guardia Nacional.
Este cuerpo policial sería el eje central de la estrategia de seguridad del sexenio y arrancaba labores con mil elementos en 150 regiones, en una primera etapa, mismas que aumentarían después a 266 en el país, incluida la Ciudad de México.
El problema es que él vociferó durante años contra la militarización de la seguridad pública y comprometió que lo haría diferente, cosa que ahora se le revierte.
Pero, además, está la reticencia de la oposición e incluso de su propia gente contra la formación de un cuerpo policial militarizado, que es tanto como oficializar la política de seguridad de administraciones anteriores.
Así las cosas, y luego de que los legisladores de oposición fallaron en frenar la iniciativa inicial hace cuatro año, no quedó más que desearle suerte en la casi impensable tarea de pacificar al país, pero no ha funcionado, en esencia, porque militarizó y empobreció el proyecto desde un inicio. No aprovechó lo bueno de la Policía Federal y la transformó en un híbrido que no ha logrado cuajar.
El gobierno federal había ya enviado efectivos militares para el refuerzo de seguridad en municipios, sin que hubiera reglamentación que lo sustentara ni le diera orden a esas medidas, cosa que podía fácilmente salirse de control, y así ocurrió. Luego vimos como no se acopló la estrategia completa, ya con la Guardia Nacional oficialmente en funciones.
Los federales no están para nada contentos, pero se han sumado a las filas de esta corporación porque no tenían más remedio. No ha sido fácil que cooperen y cada vez están más inconformes. Los han maltratado, les bajaron el salario -que no era millonario- les quitaron prestaciones, los tienen viviendo en las peores condiciones, mal alimentados, mal vestidos, mal descansados y maltratados por los militares, que cada día entienden más cuánto necesitan aprenderles.
Mientras, la inseguridad crece y ahora toca a la Secretaría de Seguridad dar resultados al tiempo de controlar este “frankestein”.
Al mismo tiempo, necesita el gobierno federal sumar la voluntad y el verdadero trabajo coordinado de las policías estatales y de las corporaciones municipales, pero sin recursos, está difícil.
Mientras, los cárteles crecen sembrando el terror y consumen territorios sin que nadie los detenga. Al final, los ciudadanos están en medio y eso es lo más lamentable.
Martha González Aguilera