La prensa peligrosa
El presidente ha sentido últimamente lo incómodo que puede ser la prensa libre. Se ha jactado de no tener injerencia en los medios de comunicación tradicionales, los ha dejado libres y está por entender por qué sus antecesores preferían llevar la fiesta en paz.
Y es que no hay nada más peligroso que medios de comunicación a los que no les frenan los intereses de una buena relación con tal o cual personaje.
El presidente está por averiguar lo interesante de la prensa libre: no tiene dueño y sí mucha audiencia.
Entenderá que hubiera tenido que rodearse de puros santos para salir bien librado de sus embates contra los medios formales.
Lo cierto es que hay lectores para todo y de todo tipo, pero la prensa formal siempre es peligrosa, en especial si es libre.
Así pues, este repentino arranque de nostalgia por las conversaciones de fin de sexenio sólo puede obedecer a un intento de causar simpatía, lo que sería francamente lamentable.
No se puede olvidar que el presidente ha desprestigiado reiteradamente el ya de por sí lastimado nombre del ex presidente, pero, por qué lo trae a cuento de nuevo, en este momento.
Más allá, por qué lo pinta como víctima de traiciones que llevaron a la derrota del PRI y la victoria de Morena.
Está tratando de justificar su mala racha con un poder enorme de los medios, que quita y pone presidentes.
Probablemente, esa sea su intención, pero no queda más que decirle que debió fijarse de quien se rodeaba antes de dejar los demonios sueltos.
Hoy, con la elección presidencial a la vuelta de la esquina, López Obrador pronto empezará a sentir que se desvanece de la vida pública.
Entonces sabremos que nos liberó del todo. Mientras tanto, a seguir en la pelea.
Martha González Aguilera