Una de las aspiraciones m�s elementales de la vida en sociedad radica en que �sta se desarrolle dentro de un ambiente seguro, con condiciones b�sicas que garanticen la supervivencia de las personas que habitan en ella; a partir de este presupuesto se construyen y consolidan los Estados.
De forma preocupante, M�xico –en todos sus niveles de gobierno- se encuentra viviendo una de las peores crisis de su historia: la inseguridad y falta de paz social son una dolorosa constante. M�s all� de analizar culpables (pasados y presentes), vale la pena preguntarnos si esta realidad es producto de decisiones cotidianas y en cierta forma si es posible modificarla haciendo a �stas diferentes.
La Ley -en su sentido m�s b�sico- es un enunciado, dictado por una autoridad (que -en el mejor de los casos- representa a la ciudadan�a), mediante el cual se manda o proh�be una conducta; su cumplimiento (voluntario o forzado) resulta el mejor mecanismo para garantizar la seguridad y paz social entre las comunidades.
�Respetar la ley importa? Aunque la respuesta parece evidente, sus implicaciones y consecuencias llaman la atenci�n. Respetar la ley es un primer elemento necesario para vivir en una sociedad segura y con buenas relaciones sociales; sin embargo, en situaciones de crisis respetarla se vuelve un verdadero acto heroico, pues supone navegar contra la corriente, este pudiera ser el caso mexicano.
El primer gran paso implica que las y los gobernantes, y quienes aspiran a serlo, se comprometan a respetar todas las leyes (desde las de tr�nsito y convivencia condominal hasta las que previenen actos de corrupci�n, enriquecimiento il�cito o formas de promocionarse previas a una contienda electoral), sin importar la opini�n que tengan de �stas. Dicho respecto incluye acatar las decisiones o sentencias que, en el marco de un estado de derecho, se les impongan. Si este supuesto falla se tambalean los cimientos mismos de la sociedad �c�mo pedir a la ciudadan�a que respete la ley cuando sus autoridades predican con ejemplos diferentes?
El segundo paso es para las y los gobernados, la ciudadan�a. A todas y todos nos toca comprometernos con la obediencia de la ley en todas sus fases y niveles. S�, la luz roja del sem�foro implica alto (por mayor prisa que llevemos) y la infracci�n a una regla implica consecuencias que deber�n asumirse…
Aunque hasta este momento se me podr�a acusar de mal gastar el tiempo en navegar sobre lugares comunes, creo que explicitar lo obvio puede ayudarnos a entender que nuestro estado de descomposici�n social es resultado de decisiones cotidianas compartidas. Si el gobierno federal, y los gobiernos locales, quieren -como dicen- erradicar el problema desde sus causas, valdr�a la pena incluir, entre ellas, el abandono sistem�tico al que se ha sometido al estado de derecho. Atender esta situaci�n implica, de forma inmediata, fortalecer la ley, disminuir la impunidad y respetar las sentencias que de �sta deriven.
En todo este escenario, es preocupante que las autoridades se empe�en no s�lo en desobedecer la ley (que nos les gusta o conviene), sino en cuestionarla y justificar con ello su desacato; esto sin contar las campa�as de desprestigio que se han iniciado contra el poder judicial y sus sentencias. No se trata de depositar una confianza ciega y mucho menos de estar de acuerdo en todo con el marco jur�dico, se trata de respetarlo y de canalizar nuestras inconformidades mediante �ste y sus mecanismos de reforma. Respetar la ley significa en el fondo garantizar la supervivencia de una sociedad, de sus individuos y del Estado mismo.
Por: Fernando Roberto Z��iga Tapia
Twitter: @ZuFerTapia