¡Arraaaaancan! campañas presidenciales y del congreso general
¿Cuáles son las aristas por considerar?
Con la llegada del mes de marzo llegó -también- la temporada de campañas electorales. Las candidatas y candidatos presidenciales, al Senado de la República y a la Cámara de Diputados Federal han alcanzado la autorización legal para comenzar a difundir propuestas, realizar acercamientos con la ciudadanía y -en general- realizar todos los actos presenciales y digitales encaminados a la obtención del voto ciudadano.
El periodo durará -al menos para los cargos federales en disputa- 90 días; más allá de los cargos, se define el rumbo político-ideológico de los próximos años. En los niveles estatales, los calendarios locales marcarán diversas fechas de arranque para definir la totalidad de los 20,375 cargos de elección popular en disputa.
La batalla electoral tiene aristas: la primera, que todas y todos los participantes respeten las reglas básicas del juego: no denostar al oponente, transparentar el uso de recursos (sean los públicos otorgados por las autoridades electorales o los privados obtenidos por cada candidatura) utilizados para el financiamiento de cada campaña y evitar la intervención de los poderes públicos en las contiendas electorales.
En este terreno, la autoridad electoral debe ser especialmente cuidadosa y aplicar las normas electorales sin distinción, titubeos o excesos. Ha quedado claro que -al menos desde la presidencia de nuestro país- la campaña es permanente y que no obstante los esfuerzos de las autoridades por exigir la no intervención en los procesos electorales, se sigue vulnerando la norma ¿existirán consecuencias reales en este proceso electoral? ¿lejos de inhibirse, se incrementará la intervención de gobiernos de diversos niveles en beneficio de determinados candidatos o candidatas?
Por cuanto hace al buen uso de los recursos y su transparencia, las autoridades electorales tienen retos importantes. Si bien es cierto se cuenta con un rígido -e inentendible- sistema de fiscalización electoral, no es menor que dicho sistema se encuentra centralizado y rebasado. El régimen de prohibiciones, simulaciones y desconfianza en el ejercicio del recurso parece llegar a un punto de colapso ¿seremos capaces de repensar otro diseño para el futuro?
La denostación y la construcción de campañas sobre la base de la polarización son la constante de nuestros tiempos. Las autoridades deben ser cuidadosas entre el fomento del debate público, la libre expresión de ideas y la generación de condiciones de intolerancia ¿se pueden construir gobiernos de unidad emanados de campañas de odio? ¿cómo transitar del encono electoral a la armonía gubernamental?
La segunda arista consiste en que las campañas sirvan realmente para la toma de decisiones. Existen pocas propuestas y muchas menos explicaciones racionales sobre cómo éstas serán llevadas a la práctica. Nuestras campañas se han convertido en la viva expresión del “prometer no empobrece” y han quedado muy distanciadas del viejo ideal de “presentar propuestas viables” que los teóricos de la democracia imaginan y defienden.
Las campañas electorales generan hartazgos sociales y ahí aparece la tercera arista: el abstencionismo. Aun cuando nos enfrentamos a campañas de larga duración y profundo alcance (nada, ni nadie se libra de ellas) esto no se traduce en altos niveles de participación ciudadana. Las autoridades, las y los actores políticos y la ciudadanía debemos ser conscientes que nuestra democracia se encuentra devaluada, su pérdida de valor sólo favorece a las tentaciones autoritarias que claman su derrota.
Por: Fernando Roberto Zúñiga Tapia
Twitter: @ZuFerTapia