Antonio Espinoza
Una de las obras que m�s me gustaron de la pasada Zona Maco, la feria de arte contempor�neo que se realiz� del 9 al 13 de febrero en el Centro Citibanamex, fue Doormats (2020). De la autor�a de Eugenio Merino y Avelino Sala, la pieza contempor�nea consiste en una serie de frases mis�ginas de grandes pensadores impresas en tapetes. Arist�teles, Kant, Nietzsche, Pit�goras, Rousseau y Schopenhauer, son los autores citados, quienes dejaron para la posteridad frases que revelaban su aversi�n hacia las mujeres. Cito cada una de las frases: �A proper wife should be as obedient as a slave� (Arist�teles); ��For this reason women will never learn geometry� (Immanuel Kant); ��Vas con las mujeres? No olvides el l�tigo� (Friedrich Nietzsche); �Existe un principio bueno que cre� el orden, la luz y el hombre, y un principio malo que cre� el caos, la oscuridad y la mujer� (Pit�goras); �Men speak of what they know, women of what pleases them� (Jean Jacques Rousseau); �Las mujeres son bestias de cabellos largos e ideas cortas� (Arthur Schopenhauer).
Doormats es una obra que revela lo que se ha pensado de la mujer a lo largo de los siglos, una misoginia hist�rica que ha propiciado su sometimiento. Viene al caso citar un pasaje del libro cl�sico sobre la mujer, el vadem�cum del feminismo, en el que la escritora francesa Simone de Beauvoir se�ala que los hombres y las mujeres no han compartido el mundo en forma equitativa: �La historia nos muestra que los hombres han tenido siempre todos los poderes concretos; desde los comienzos del patriarcado han juzgado �til mantener a la mujer en un estado de dependencia; sus c�digos han sido establecidos contra ella y de ese modo ha sido convertida concretamente en el Otro� (El segundo sexo. 1.Los hechos y los mitos, M�xico, Ediciones Siglo Veinte, 1989, p. 185). En efecto, desde los comienzos del patriarcado, en pr�cticamente todas las civilizaciones, la opresi�n sobre la mujer ha sido constante. Considerada el Otro, un ser d�bil, inferior por naturaleza e incapaz de acto creativo alguno, necesario tan s�lo en la medida que afirma el poder masculino, la mujer fue relegada a un segundo plano y colocada en una situaci�n de sumisi�n humillante.
Quiero retomar ahora a uno de los pensadores mencionados, el fil�sofo alem�n Arthur Schopenhauer (1788-1860), autor de un libro cl�sico del pensamiento filos�fico: El mundo como voluntad y representaci�n (1819), quien escribi� tambi�n p�ginas memorables sobre la supuesta inferioridad de las mujeres. Recurro a un libro publicado por Editorial Porr�a, en la Colecci�n �Sepan cuantos�� (n�m. 455), que incluye varias obras del pensador: La sabidur�a de la vida, En torno a la filosof�a y textos breves sobre el amor, el arte, la moral, la muerte, la pol�tica, la religi�n y la mujer, entre otros. El texto sobre las mujeres publicado en este libro es uno de los documentos m�s terribles que se hayan escrito en contra del sexo femenino. Cargado de veneno, el ensayo revela una furia mis�gina irracional desde las primeras l�neas: �El solo aspecto de la mujer revela que no est� destinada ni a los grandes trabajos de la inteligencia ni a los grandes trabajos materiales. Paga su deuda a la vida, no con la acci�n, sino con el sufrimiento, los dolores del parto, los inquietos cuidados de la infancia; tiene que obedecer al hombre, ser una compa�era pacienzuda que le serene� (Arthur Schopenhauer, �Las mujeres�, en La sabidur�a de la vida�M�xico, Editorial Porr�a, 3� ed., 1998, p. 279).
En su ensayo, en el que cita a algunos personajes contempor�neos tan mis�ginos como �l (Byron, Napole�n y Rousseau), Schopenhauer afirma que las mujeres, por su �madurez� que no rebasa los dieciocho a�os, �son toda su vida verdaderos ni�os� (ib�dem, p. 279). M�s adelante, se�ala: �Las mujeres son el sexus sequior, el segundo sexo, desde todos los puntos de vista, hecho para estar a un lado y en segundo t�rmino� (ib�dem, p. 283). Asimismo, estos seres de segunda categor�a y nacidos para obedecer, carecen de capacidad creativa: �Las mujeres no tienen el sentimiento ni la inteligencia de la m�sica, as� como tampoco de la poes�a y las artes pl�sticas [�] Son tan aptas como nosotros para aprender la parte t�cnica, y cultivan con asiduidad este arte [el de la pintura], sin poder gloriarse de una sola obra maestra, precisamente porque les falta aquella objetividad del esp�ritu que es necesaria sobre todo para la pintura� (ib�dem, p. 282). Evidentemente, el fil�sofo alem�n ignoraba la existencia de Sofonisba Anguissola, Artemisia Gentileschi y otras pintoras de primer nivel, que crearon obras notables y trascendieron su tiempo.
Podr�a seguir citando m�s y m�s frases mis�ginas del texto furioso de Schopenhauer, pero mejor ser�a preguntarse el por qu� de su odio irracional hacia las mujeres. Quiz� habr�a que encontrar una respuesta en la esencia misma de la filosof�a de Schopenhauer, en su pensamiento pesimista, en su idea de que el mundo es malo, un infierno que surge del conflicto de las voluntades y del que debemos escapar. Su filosof�a, por un lado, pero su vida por el otro. Los bi�grafos del fil�sofo alem�n ponen �nfasis tanto en el suicidio de su padre como en la relaci�n tan dif�cil que tuvo con su madre. En el pr�logo al libro ya citado, Abraham Waismann toca el tema sin profundizar demasiado. Sucede que la madre de Schopenhauer, Johanna Trosina, fue famosa como novelista. Mujer vanidosa y poco sensible, parece que no amaba demasiado a su hijo. Los choques entre ambos eran constantes. Ella le cuestionaba sobre todo su visi�n pesimista de la humanidad. El joven Arthur le dedic� su tesis doctoral (disertaci�n que constituy� el primer libro del autor: La cu�druple ra�z del principio de raz�n suficiente, 1813), pero lo cierto es que madre e hijo nunca pudieron llevarse bien.
En un libro muy divertido y recomendable, Matthew Stewart cuenta el episodio violento que marc� la ruptura definitiva entre Johanna y Arthur. Madre e hijo hab�an acordado verse s�lo una vez al a�o y en compa��a de otras personas para tratarse �civilizadamente�, pero durante una reuni�n y luego de una discusi�n entre ambos, ella lo empuj� por las escaleras. Dice Stewart: �El joven, enfadado, mir� hacia arriba y vocifer� que la historia la recordar�a s�lo por �l. Y no hab�a m�s que hablar. Aunque ella vivi� otros veinticuatro a�os, nunca se volvieron a ver� (La verdad sobre todo. Una historia irreverente de la filosof�a, Madrid, Taurus, 2� ed., 1998, p. 344). Pero Schopenhauer no s�lo se pele� con su madre sino con el mundo entero, al que ve�a como una amenaza. Fue un fil�sofo con una vida amarga y un odio irracional hacia las mujeres. Stewart lo retrata as�: �Schopenhauer fue un viejo cascarrabias. Irritado con los comunistas [�], con Hegel [�], con su madre, con las mujeres en general, y con casi todo el mundo. A la edad de treinta a�os hab�a descubierto y publicado la verdad acerca de todo. Era un sesent�n cuando el mundo empez� a comprar sus libros. En el �nterin, llev� una vida solitaria, bruta y asquerosa� (ib�dem, p. 343).