Se estima, que, durante 2020, aproximadamente el 55 por ciento de la población del planeta vive en ciudades, por lo que la construcción de una ciudad en la que todos sus habitantes puedan convivir de manera armónica resulta un reto para las autoridades. Sin embargo, esta tarea no es exclusiva de los gobernantes, requiere el involucramiento de las organizaciones y de la sociedad en general.
Dentro de una ciudad capital o en una ciudad importante, confluyen y conviven diariamente millones de personas con diferentes ideas y prácticas; y para cubrir todas las necesidades que se demandan continuamente se deben de generar infinidad de servicios y comercios.
Esta realidad en la que vivimos millones de ciudadanos en el país, requieren de decisiones incluyentes que sean benéficas para la mayor cantidad de ciudadanos posible y no sólo a una pequeña cantidad de habitantes. Se deben establecer políticas públicas y trabajar en acciones que involucren a todos los sectores; es decir, debemos generar un ecosistema en el que todos tengamos cabida y no existan exclusiones.
Ejemplo de estas ciudades con un buen manejo de la convivencia entre sus habitantes podemos encontrarlos en Londres, Roma o Nueva York, así como en ciudades y comunidades mexicanas que han sabido construir armonía entre todos los actores de la vida social, tal es el caso de Querétaro, Peña de Bernal, La Condesa, Coyoacán o Valle de Bravo, quienes han aprovechado sus ventajas competitivas y buscan beneficiar a gran parte de las mujeres y hombres que viven ahí. En estas ciudades confluyen y conviven de forma armónica peatones, ciclistas y automovilistas sin transgredir o invadir el espacio del otro.
Escuchando las voces de todos, construyendo diálogo e implementando políticas públicas incluyentes, el día de hoy es posible acudir caminando al centro de Coyoacán en auto, bicicleta o caminando sin entorpecer la movilidad de otras personas; más aún, pueden convivir y coexistir negocios del mismo giro y para todo tipo de bolsillos. Con lo que se promueve el bienestar y un ecosistema económico amplio, ya que se promueve la atracción de consumidores dentro de un mercado amplio.
Cuando las actividades dentro de una ciudad se planifican adecuadamente se puede incrementar la capacidad de los pueblos y ciudades para generar empleo y riqueza, fomentar la diversidad y la cohesión social, y generar prosperidad. Cuando la convivencia se ve afectada, las repercusiones trascienden e impactan de manera negativa en toda la comunidad.
El espacio y las ciudades son de todas y todos; debemos poder cohabitar a partir de decisiones que beneficien a la mayor parte de la población y no sólo a unas cuantas personas o grupos. La coexistencia de las personas es fundamental para construir bienestar, progreso y crecimiento económico.
Sin lugar a dudas, las ciudades son el epicentro de decisiones, de actividades económicas, políticas, sociales y culturales; y el espacio público son lugares de convivencia ciudadana, encuentro y solidaridad.