Atraso
Los gobiernos municipales están terminando su segundo año y ya deben estar en el arduo trabajo de determinar cómo definirá el próximo año el cierre de su trabajo, incluso con proyectos a largo plazo. Sin embargo, el arranque ha sido complejo.
Lo cierto es que el trabajo de las administraciones municipales es arduo y cada vez más complejo. Pocos recursos, poco margen de movimiento, muchas responsabilidades y grandes exigencias.
Lo peor es que se han quedado atrás de muchas formas en materia institucional y de cumplimiento de leyes y ordenamientos.
A pesar de ser el gobierno más cercano a la gente, resultó el que menos respetó los avances administrativos ni legales, en buena medida por la falta de preparación de los funcionarios, pues en muchos casos las alcaldías se han convertido en una especie de bolsa de empleo para pagar cuotas políticas.
La verdad es que los empleados municipales pocas veces están preparados para cumplir con sus responsabilidades, por lo que terminan por hacer lo que pueden y cómo pueden. Así, temas importantes se van quedando atrás.
Para colmo, ahora no hay suficientes recursos para programas e iniciativas municipales, por lo que el desarrollo en ese nivel de gobierno se queda atrás.
El presidente López Obrador ha decidido concentrar en tres programas el dinero que antes atendía todos los sectores y luego se lo vende a la gente como combate a la corrupción.
Lo cierto es que no acabó con la corrupción, ni está claro donde está todo el dinero que antes fluía a las entidades y casi todos los sectores quedaron descobijados y sin recursos. La desaparición de los fideicomisos fue la estocada final.
En el caso de los municipios el golpe ha sido tremendo, en especial con lo poco preparados que suelen estar los funcionarios de ese nivel. Se les exige que generen iniciativas y que además consigan los recursos necesarios para echarlas a andar. Con razón no se consiguen tantos avances como quisiéramos.
Es necesario impulsar la profesionalización de los empleados municipales, la cultura de especializarlos y aprovechar sus conocimientos, en lugar de desecharlos cada tres años, o menos.
Martha González Aguilera