Antonio Espinoza
La he le�do un par de veces. Es una obra teatral rica en im�genes fant�sticas. Cuenta la historia incre�ble de Tyltyl y Mytyl, los peque�os hijos de un le�ador, que tras contemplar la fiesta de Noche Buena que se celebra en una lujosa casa enfrente de la suya, reciben la visita de un hada (Beryluna) que los env�a a buscar al p�jaro azul, animal fabuloso que otorga bienestar a quien lo posee. Los ni�os emprenden la aventura, acompa�ados de las �almas� del agua, el az�car, el fuego, la leche, la luz, el pan, el perro y la gata, quienes se han convertido en seres hablantes. En su largo y fant�stico viaje, Tyltyl, Mytyl y sus amigos pasar�n por varios lugares: el Pa�s del Recuerdo (donde ver�n a sus abuelos y hermanitos muertos), el Palacio de la Noche, la Selva, el Cementerio, los Jardines de las Dichas (donde se encuentran tanto los �groseros goces�, que son burdos y f�tiles, como las alegr�as y dichas que acompa�an la vida diaria, que nunca se perciben y que son los m�s aut�nticas y hermosas) y, finalmente, el Reino del Porvenir (donde se encuentran los �ni�os azules�, en espera del momento de su nacimiento).
La b�squeda del p�jaro azul, emprendida por Tyltyl y Mytyl, concluye felizmente cuando despiertan de su sue�o y regresan de su viaje. No pudieron encontrar al animal fabuloso en su aventura on�rica, sino en la intimidad de su casa y en todo lo que los rodea. Descubren que la humilde choza en la que viven es bell�sima y que los rayos del sol iluminan todas las cosas a su alrededor. Se dan cuenta entonces que el p�jaro azul viv�a con ellos: era su peque�a t�rtola, que siempre hab�a estado all�, encerrada en su jaula. Tyltyl la libera, para luego, a petici�n de una vieja vecina que se parece mucho al hada Beryluna, la regala a una ni�a enferma, quien de inmediato recupera la salud. Finalmente, estando en brazos de la ni�a que se ha recuperado, el p�jaro huye, emprende el vuelo, mientras que Tyltyl se dirige al p�blico y pide que si alguien lo encuentra, lo devuelva, pues: �Necesitamos de �l para ser felices m�s tarde��. En sus seis actos y doce cuadros, el mensaje de la obra tiene un tono moralista. El p�jaro azul es una figura aleg�rica que representa la felicidad�un anhelo de todos los seres humanos-, pero la felicidad no depende realmente de la posesi�n del ave sino del convencimiento de que los bienes materiales son �groseros goces� que deben rechazarse en favor de las alegr�as y dichas cotidianas, que son los �nicas capaces de proporcionar la verdadera felicidad.
Escrita en 1906 por el dramaturgo belga Maurice Maeterlinck, El p�jaro azul fue representada por primera vez en Mosc� en 1908. A partir de su estreno, la obra teatral se ha presentado en los principales escenarios del mundo. En M�xico se edit� por primera vez en 1907 y a la fecha son numerosas las ediciones en espa�ol. Entre ellas se encuentra la que vio la luz bajo el sello de Editorial Porr�a en el a�o de 1977, en la Colecci�n �Sepan cuantos�� (n�m. 324), que a la fecha circula en su 10� edici�n. A 45 a�os de la publicaci�n en Porr�a de la obra teatral m�s celebrada de Maeterlinck, quiero poner en relieve la importancia tanto de la pieza como de su autor, para lo cual centrar� mi atenci�n en la introducci�n al libro, escrita por la Dra. Teresa del Conde, quien parti� del mundo de los vivos hace cinco a�os.
El texto introductorio de Teresa del Conde lleva como t�tulo: �Maurice Maeterlinck: simbolismo, fantas�a y realidad�. Con su conocida erudici�n, la inolvidable historiadora y cr�tica de arte, se adentra en la vida y la obra de Maurice Maeterlinck (Gante, 1862-Niza, 1949), lo ubica en su contexto hist�rico y en la corriente literaria a la que perteneci�: el simbolismo. �ste fue un movimiento art�stico y literario que se desarroll� en la segunda mitad del siglo XIX, que estuvo fuertemente impregnado de un sentimiento de decadencia, idealismo, misticismo y subjetivismo, y cuyos temas principales fueron el erotismo, la fantas�a, la muerte y la religiosidad. �El simbolismo viene a ser�, escribe la doctora, �tanto en literatura como en las artes pl�sticas, una manifestaci�n del esp�ritu decadente que trasmina una exagerada necesidad de espiritualizaci�n [�] no es sino la expresi�n final de la �ltima etapa rom�ntica que se alimenta a s� misma de sustancias emanadas de sus propias ra�ces, a las que confiere un tono nuevo, a�n m�s esot�rico y subjetivo� (Introducci�n a Maurice Maeterlinck, El p�jaro azul, M�xico, Editorial Porr�a, 4� ed., 1985, pp. XII-XIII).
A Teresa del Conde le fascinaba el simbolismo, porque encontraba en sus expresiones art�sticas y literarias elementos que se �adelantaron� a varias de las teor�as psicoanal�ticas de Sigmund Freud. Le encantaban los grandes pintores simbolistas (Gustave Moreau, Odilon Redon, Puvis de Chavannes) y buscaba con lupa descubrir los elementos �freudianos� en su iconograf�a. Con ese mismo inter�s, ley� a Baudelaire, Mallarm�, Rimbaud y Verlaine, autores a los que menciona en su introducci�n al libro de Maurice Maeterlinck, para ubicar al c�lebre dramaturgo belga dentro de la corriente simbolista. Escribe: �La relaci�n de su universo �ntimo con la est�tica simbolista es muy variable, a veces directa, otras lejana, pero incluso donde es menos visible, siempre puede encontr�rsele como un sustrato y no s�lo en teatro y poes�a sino tambi�n en sus ensayos de divulgaci�n cient�fica� (p. XIII).
Sobre la llamada �doble vida� de Maurice Maeterlinck, Teresa del Conde introduce algunos matices de car�cter psicol�gico que nos permiten conocer m�s a fondo al personaje: �Quien conozca la obra de Maeterlinck [�] encontrar� que no hay propiamente esa doble vida tan frecuente en las personalidades escindidas, sino antes bien la impresi�n que da es la de haber sido bastante equilibrado, muy introspectivo, alerta e intuitivo, orientado optimistamente hacia el trabajo y sin esos rasgos esquizoides que dicotomizan la estructura vital [�] Fue un burgu�s bastante realista que se realiz� escribiendo, y si su existencia no hubiera estado organizada en la forma en que lo estuvo, no se contar�a hoy con los catorce vol�menes que abarcan s�lo sus principales producciones� (p. XIV). Finalmente, la autora analiza El p�jaro azul, poniendo �nfasis en la actitud moralizante de la obra y defini�ndola como: �Un cuento de hadas rico en implicaciones filos�ficas, mensajes indirectos y conceptos muy particulares que, dada la claridad con que est�n presentados los s�mbolos y la sencillez del lenguaje, ilustra de manera muy comprensible varios puntos esenciales del pensamiento maeterlinckiano� (p. XVII).